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Title Coordenada ni polar ni cartesiana

Identifier 2306224656695

Entry date Jun 22, 2023 10:12 AM UTC

http://valentina-lujan.es/C/cordenipolnicar.pdf
Al cerrar la puerta tuvo la sensación de echar de menos algo; insignificante, con toda seguridad, pero muy “de siempre”. Un objeto, tal vez, o quizás la distribución de los pliegues de la cortina o, que también cabía, una silla o un jarrón que no estaba en su lugar exacto y dejaba, en el aire, una sensación de vacío en el estómago aquí, en su sitio habitual aunque, así, con la poca luz que llegaba de la calle, sería aventurado precisar y, luego, en el pasillo, tropezó con lo que podría ser un zapato o un juguete porque en las casas donde hay niños pasa eso, que quedan tirados en los pasillos por las noches zapatos y juguetes que, bueno, mañana los recogeremos por algo tan elemental como que de día es tal vez todo muy diferente o menos contradictorio porque, saltaba a la vista, a cualquiera iba a extrañarle que el reparar en quién sabe qué minucia insignificante o leve alteración en lo cotidiano no chocase frontalmente con encajar sin reparos la presencia en mitad del pasillo de un juguete o un zapato.
Pero también eso lo dejó para mañana y siguió caminando a la espera de tropezar, de un momento a otro, con un listón de la madera del suelo un poco alabeado y el tiempo se hizo largo; largo de tanto esperar en un pasillo tan corto aquel listón estúpido que hoy se le zafaba recordando, por entretener la espera, cómo una vez vio cómo un hombre vivió en una casa que no era la suya sin darse cuenta, con una familia y una esposa y unos hijos que tampoco se la dieron aunque sí eran quizás un poco más altos, o menos estudiosos, y la esposa no tan rubia como la recordaba pero las mujeres en ese tipo de cuestiones cambian tanto.
Eso pasa y el pasillo se terminaría en cualquier momento sin el menor percance felizmente, contrariedad inexplicable salvo por la lógica aplastante de complicadísimos cálculos de probabilidades que afirman, a veces, cuando el resultado así lo exige, que no se tropieza dos veces en la misma piedra a menos que la experiencia demuestre lo contrario ten paciencia, sólo hacía falta esperar a que el tiempo actuase a favor de un desmemoriado transeúnte increpando no irá usted a pararse ahí; ¿verdad?
Y, uno, ahí, parado sí y además como un tonto, sin saber qué contestar, no va a facilitar la respuesta que el otro de cualquier modo no va a tomar en cuenta porque para eso se basta a sí mismo, con las suyas propias y con sus particulares listones alabeados en que reparar, por enésima vez, el error cometido al constatar cuan dejados nos vamos volviendo poco a poco los que transitamos repetidas veces por los diferentes sinsentidos de un nunca más lo volveré a hacer o decir o pensar u omitir dependiendo, según el caso, de que la culpa radique en acto, palabra, pensamiento o negligencia, olvido o intencionalidad que, perdone, puede ser muy denostable pero, comprenderá, nadie goza de tanta ociosidad como para poder ir prodigándose en reproches; así que, por favor, apártese y siga su camino por donde le resulte factible no entorpecer el ir o venir de los demás.
De todos modos, recuerda que aquella noche y en contra de una costumbre que se resistía a dejar de mantener, pero alguna vez tendría que valerse por sí misma, tras retirar la llave de la cerradura y dudar cual sería el mejor lugar para dar con ella sin dificultad al día siguiente optó por conservarla en la mano hasta llegar al dormitorio; allí la dejaría caer al suelo y le daría una patadita que la mandase debajo de la cama. Era un sitio seguro porque, como una de las zapatillas se solía esconder allí y tenía indefectiblemente que buscarla por la mañana si no quería caminar con los pies descalzos sobre las baldosas heladas, ahí estaría la llave, sin haber tenido que tomarse la molestia de memorizar dónde la dejaba y pudiendo, por tanto, dedicar todos sus esfuerzos a recuperar los años perdidos estudiando meticulosamente la forma más airosa, o limpia, al menos, de sacarlos del cubo de la basura sin extendijar por toda la cocina toda la sordidez y miseria que envolvía los pocos meses que en una torpeza imperdonable había guardado como si fuesen la maravilla de las maravillas.
Cómo se pueden tener unas ideas tan poco acertadas de qué es y dónde está la calidad de las cosas es algo a lo que no había sabido responder en un momento muy concreto, bajo el influjo de un estado de ánimo muy específico y bastante sombrío que muy poquito favorecía el hallazgo fortuito, espontáneo y verosímil —todo a la vez, sí, porque sencillamente feliz se le había antojado una fruslería que no iba a satisfacer el paladar de un público curtido y exigente, versado en las mil y una maneras de hacer la vida imposible al primer o segundo o tercer incauto que se le cruzara en...
Etiqueta. Coordenada
Categoría: Telas

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Declared creativity: 100% human created

Declaration made by: Alicia Bermúdez Merino

Declaration Date: Jun 22, 2023 10:12:56 AM

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Declared veracity: Fictional content

Declaration made by: Alicia Bermúdez Merino

Declaration Date: Jun 22, 2023 10:12:56 AM

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Valentina Luján

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Jun 22, 2023


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http://valentina-lujan.es/C/cordenipolnicar.pdf
Al cerrar la puerta tuvo la sensación de echar de menos algo; insignificante, con toda seguridad, pero muy “de siempre”. Un objeto, tal vez, o quizás la distribución de los pliegues de la cortina o, que también cabía, una silla o un jarrón que no estaba en su lugar exacto y dejaba, en el aire, una sensación de vacío en el estómago aquí, en su sitio habitual aunque, así, con la poca luz que llegaba de la calle, sería aventurado precisar y, luego, en el pasillo, tropezó con lo que podría ser un zapato o un juguete porque en las casas donde hay niños pasa eso, que quedan tirados en los pasillos por las noches zapatos y juguetes que, bueno, mañana los recogeremos por algo tan elemental como que de día es tal vez todo muy diferente o menos contradictorio porque, saltaba a la vista, a cualquiera iba a extrañarle que el reparar en quién sabe qué minucia insignificante o leve alteración en lo cotidiano no chocase frontalmente con encajar sin reparos la presencia en mitad del pasillo de un juguete o un zapato.
Pero también eso lo dejó para mañana y siguió caminando a la espera de tropezar, de un momento a otro, con un listón de la madera del suelo un poco alabeado y el tiempo se hizo largo; largo de tanto esperar en un pasillo tan corto aquel listón estúpido que hoy se le zafaba recordando, por entretener la espera, cómo una vez vio cómo un hombre vivió en una casa que no era la suya sin darse cuenta, con una familia y una esposa y unos hijos que tampoco se la dieron aunque sí eran quizás un poco más altos, o menos estudiosos, y la esposa no tan rubia como la recordaba pero las mujeres en ese tipo de cuestiones cambian tanto.
Eso pasa y el pasillo se terminaría en cualquier momento sin el menor percance felizmente, contrariedad inexplicable salvo por la lógica aplastante de complicadísimos cálculos de probabilidades que afirman, a veces, cuando el resultado así lo exige, que no se tropieza dos veces en la misma piedra a menos que la experiencia demuestre lo contrario ten paciencia, sólo hacía falta esperar a que el tiempo actuase a favor de un desmemoriado transeúnte increpando no irá usted a pararse ahí; ¿verdad?
Y, uno, ahí, parado sí y además como un tonto, sin saber qué contestar, no va a facilitar la respuesta que el otro de cualquier modo no va a tomar en cuenta porque para eso se basta a sí mismo, con las suyas propias y con sus particulares listones alabeados en que reparar, por enésima vez, el error cometido al constatar cuan dejados nos vamos volviendo poco a poco los que transitamos repetidas veces por los diferentes sinsentidos de un nunca más lo volveré a hacer o decir o pensar u omitir dependiendo, según el caso, de que la culpa radique en acto, palabra, pensamiento o negligencia, olvido o intencionalidad que, perdone, puede ser muy denostable pero, comprenderá, nadie goza de tanta ociosidad como para poder ir prodigándose en reproches; así que, por favor, apártese y siga su camino por donde le resulte factible no entorpecer el ir o venir de los demás.
De todos modos, recuerda que aquella noche y en contra de una costumbre que se resistía a dejar de mantener, pero alguna vez tendría que valerse por sí misma, tras retirar la llave de la cerradura y dudar cual sería el mejor lugar para dar con ella sin dificultad al día siguiente optó por conservarla en la mano hasta llegar al dormitorio; allí la dejaría caer al suelo y le daría una patadita que la mandase debajo de la cama. Era un sitio seguro porque, como una de las zapatillas se solía esconder allí y tenía indefectiblemente que buscarla por la mañana si no quería caminar con los pies descalzos sobre las baldosas heladas, ahí estaría la llave, sin haber tenido que tomarse la molestia de memorizar dónde la dejaba y pudiendo, por tanto, dedicar todos sus esfuerzos a recuperar los años perdidos estudiando meticulosamente la forma más airosa, o limpia, al menos, de sacarlos del cubo de la basura sin extendijar por toda la cocina toda la sordidez y miseria que envolvía los pocos meses que en una torpeza imperdonable había guardado como si fuesen la maravilla de las maravillas.
Cómo se pueden tener unas ideas tan poco acertadas de qué es y dónde está la calidad de las cosas es algo a lo que no había sabido responder en un momento muy concreto, bajo el influjo de un estado de ánimo muy específico y bastante sombrío que muy poquito favorecía el hallazgo fortuito, espontáneo y verosímil —todo a la vez, sí, porque sencillamente feliz se le había antojado una fruslería que no iba a satisfacer el paladar de un público curtido y exigente, versado en las mil y una maneras de hacer la vida imposible al primer o segundo o tercer incauto que se le cruzara en...
Etiqueta. Coordenada
Categoría: Telas
Work type Literary: Other
Tags valentina luján, coordenada ni polar ni cartesiana

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Identifier 2306224656695
Entry date Jun 22, 2023 10:12 AM UTC
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Author. Holder Valentina Luján. Date Jun 22, 2023.


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