About the work
http://valentina-lujan.es/C/alteregcontiunob.pdf
No me está entendiendo. Estoy en mi casa.
− Pues mejor me lo pone, porque si vive lejos.
¿Y qué más dará eso? El canario es mío, y estoy hablando por teléfono.
− Entonces estaré interrumpiéndolo. Dejamos en tal caso esto, si le viene mejor, para otro momento.
¡Pero no se entera!
− Por supuesto que no. No se preocupe ¿Cómo podría enterarme?
Estoy hablando con usted.
− Ya, ya.
Usted y yo estamos hablando por teléfono.
− Me temo que está confundido. El móvil lo utilizo poco y no suelo llevarlo conmigo.
Céntrese, por favor. Usted está en su casa y yo en la mía.
− ¿Seguro?
¡Lo sabré yo!
− Se entiende entonces lo de los calcetines.
¿Qué calcetines?
− Cuando el golpe en el dedo. Usted caminaba por el pasillo y…
Dije “descalzo”.
− ¿Importa mucho?
No, en realidad… Y si no va a haber manera de que se desprenda usted de esa costumbre suya de adornar…
− Ah. Eran feos y además, que siento decírselo porque es una falta de educación pero para que vea que no adorno tanto, estaban rotos.
¿De veras?
− Un tomate así de grande.
No se tome la molestia de gesticular. Ya le he dicho que no le veo. Ni usted a mí. No nos hemos visto nunca.
− ¿Qué pasa entonces con los cigarrillos, y el mechero, y todo eso?
Bah. Da igual. Esto de ahora está siendo nada más una primera toma de contacto. Si lo nuestro prospera y llegamos a ir en serio ya se harán las correcciones pertinentes…
− “Ya se harán”. Qué manera tan impersonal de decirlo. Claro, que usted se lo puede permitir. El marrón me lo tendré que comer yo… Y a mí, usted no lo sabe pero ya me irá conociendo, los trabajos me gustan muy limpios.
¿Y a quién le gustan, amigo mío, los trabajos sucios? Tampoco yo, créame, me rebajaría a hacer algo que, además de ser del todo indigno, no es en absoluto lo que le estoy pidiendo ya que de lo contrario jamás hubiera depositado mi confianza en usted…
− ¿Debo entender que la ha depositado ya?
Ah. Yo no voy a obligarlo a nada. Quiero que en todo momento goce de absoluta libertad. Pero si usted lo considera conveniente “deba”, en la seguridad, como es natural, y puedo darle de ello mi palabra, de que en uso de la tal libertad, absoluta, insisto, que vengo de concederle, no le haré el menor reproche si en vez de deber lo deja usted en un más o menos hipotético poder.
− Pues no me aclara su respuesta mucho, permítame que se lo diga, cuáles son en concreto los términos de nuestro acuerdo; que consideraría establecido desde ya si, también desde ya, me estuviese usted dando su palabra. Pero frente a la posibilidad de que su poder se quede en agua de borrajas… ¿en qué quedaría mi libertad?
¿Su libertad? ¿No piensa que debería, por un momento sólo, que no le pido mucho, pararse a pensar en la mía?
− Por profesionalidad entiendo que no debo pensar nada ni en nada de lo que usted no me haya dado previamente el pie ni la pauta. Y, estará de acuerdo conmigo si repasa sus propias palabras en que de su libertad no ha dicho nada, ni una.
Vamos a ver, recapitulemos. Vengo de decirle que somos amigos…
− ¿Sí?
Hombre, claro. Si repaso (y me limito a atender a su indicación) mis propias palabras me encuentro con “¿Y a quién le gustan, amigo mío, los trabajos sucios?” ¿No queda en dicha interrogación implícito que lo somos?
− Por su parte sí. Pero por la mía no sé de verdad a qué debo atenerme.
¡Pues elija, hombre de Dios, que a tiempo estamos! Que si decidiese que por su parte no sólo tendría que hacer algo tan sencillo como sustituir al amigo mío por un caballero.
− No sé; es complicado. Ser un caballero es algo enormemente digno, me daría mucha prestancia, pero ello exige ser demasiado esclavo de uno mismo, de las propias palabras, del quién sabe qué linaje… En fin, que no termina de convencerme.
¿Amigos entonces?
− Amigos. Va a ser lo mejor mientras no se demuestre lo contrario.
Así pues y entretanto, tal y como le dije puesto que por de pronto no hay por qué desdecirse, me reafirmo en que de lo contrario jamás hubiese depositado mi confianza en usted y en que usted, a su vez, puede deber o poder o entender lo que mejor le parezca siempre y cuando que…
(continúa)
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.