About the work
http://valentina-lujan.es/P/porqlapagqusve.pdf Porque la página que usted ve en la actualidad es una especie de puzzle que he procurado armar lo mejor que he podido a partir de los papeles que aparecieron en el lugar que debería estar ocupando el pequeño electrodoméstico con el que no pude calentar unos canelones de los que ― creo que en alguna otra parte lo he mencionado ― no quiero nunca más volver a hablar. Y eso, fíjese, que no puedo quejarme porque ya le conté que cené bastante bien; y, en cuanto a ellos ― los canelones ―, y ya por zanjar el tema de los malditos canelones de una condenada vez, habida cuenta de que calentarlos no era posible, los freí a la mañana siguiente. Sí; los freí. Después de echar a perder la mañana sentada frente al ordenador los saqué de uno en uno con una cuchara de su bandejita original, los pasé por harina y los freí. Y bueno; no resultaron mal. Quedaron como una especie de híbrido entre rollito primavera, empanadilla y croqueta que me comí, luego, a mediodía, sentada en la cocina bastante contrariada ― aunque, ya le digo, estaban ricos y me satisfizo el encontrar para ellos una solución tan sencilla, que le recomiendo porque… pues porque soy bastante chapucera, poco exigente, la verdad, y me conformo en determinadas cuestiones con cualquier cosa hecha de cualquier manera ― porque, decía, bastante, ya lo he dicho, contrariada porque, entonces, todavía, no sabía que terminaría por comprender que lo mejor era dejar las cosas como estaban y que no había nada, nada absolutamente más que hacer excepto, por no desperdiciar también la tarde cruzada de manos como una tonta y ante el hecho consumado de que por más intentos que hice ― antes de renunciar a simplemente tirarlos a la basura y ya está ― tecleando y volviendo a teclear el resultado fue siempre Internet Explorer no puede mostrar la página, tratar, simplemente, de olvidar. Y olvidé. Un poco como que a regañadientes al principio, pelando una manzana, y con algo más de entusiasmo cuando ― una vez me hube tomado el café y puesto los guantes y vuelto a quitármelos porque estaba convencida de que si había algo de lo que yo estuviera segura en aquel momento en este mundo era de que no tenía ganas ningunas de fregar ― me senté en el suelo firmemente decidida a hacer algo de provecho y, allí, apoyada recuerdo contra la pared, me puse a fumar. Nadie caiga en la tentación, sin embargo, de imaginar que las cosas fueron tan deprisa o que mi predisposición cambió de rumbo de manera espontánea y natural; no, que tuvieron que pasar muchas cosas y, yo, todos nosotros en realidad, por infinidad de circunstancias que llevarían a que nuestras vidas, y nuestros mundos, y nuestros pequeños universos se fueran enredando, integrándose en, desmembrándose de, hasta convertirse en, unas veces, algo parecido a un puzzle que a saber si acertaríamos a armar, y otras veces en una especie de Juego de la Oca, en el que no resultara posible saber si avanzaríamos o retrocederíamos o nos quedaríamos estancados a la espera de que algún despistado, o algún desdichado, o algún alma caritativa, nos sacase de pozo o laberinto o cárcel o fuera nadie a saber qué. Etiqueta: Coordenada Telas
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.