En la ilustración, un niño pequeño está de pie en primer plano, contemplando un monstruo imponente y sombrío que se avecina en el fondo. El niño parece pequeño y vulnerable en comparación, con los ojos muy abiertos y una mirada de asombro o miedo en su rostro. El monstruo está representado en un estilo austero en blanco y negro, con líneas irregulares y ángulos agudos que transmiten su presencia amenazadora. A pesar del tono siniestro de la imagen, hay una sensación de asombro y curiosidad en la expresión del niño, como si estuvieran fascinados por el monstruo aunque le tuvieran miedo. En general, la ilustración captura el tema atemporal del poder de la imaginación y la capacidad de los niños para enfrentar sus miedos con valentía y curiosidad.