About the work
https://valentina-lujan.es/E/enelmundodeor.pdf
Los que tenemos una edad e incluso menos (edad) es posible que hayamos leído 1984 de Orwell cuando éramos jóvenes (los de una) y jovencitos/as (los de menos). También es posible que lo hayan leído personas que en la actualidad tienen menos de veintiocho años. Pero no es lo mismo.
La novela ya estaba escrita y publicada en los finales de los años 40, pero recuerdo que fue en la década de los setenta cuando al acercarse la fecha de referencia despertó un interés enorme y todo el mundo la leía expectante y con un puntito de inquietud morbosa, y se hablaba de ella, y se discutía y se emitían opiniones de si un mundo así llegaría a existir alguna vez.
Por eso digo que no es lo mismo haberla leído antes de que los hechos estuvieran consumados, y pareciesen mentira, que haberla leído después. Los jóvenes de ahora (de 28 para abajo) han, si no nacido dentro de ese Gran Hermano en que se ha ido convirtiendo el mundo, sí creciendo inmersos en él e incorporando, casi sin sentir y sin cuestionárselo, que así es la realidad, y la aceptan porque a diferencia de Winston Smith no han conocido otro mundo anterior y distinto que poder añorar.
No recuerdo cómo termina la historia, pero tengo la sensación de que mal.
La historia actual, la nuestra de estas dos primeras décadas del siglo XXI (me temo que la crisis generalizada, no sólo económica, puede durar aun hasta los 20, qué, cómo serán, por cierto, los años 20 de este siglo, ¿locos, como lo fueron los del pasado?), no tiene como la “fantaseada” por Orwell que terminar mal.
Los jóvenes de ahora no tienen, por fortuna, ningún referente ni ningún tiempo pasado que añorar, pero necesitan un mundo en el que vivir y lo crearán. Y cuando todo esto termine, y cuando los más viejos lo recordemos como tan sólo un mal sueño, los jóvenes se verán abocados a una forma nunca antes imaginada de vivir, de pensar, de sentir y de crear.
09/08/2012 12:35:41
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.