About the work
https://valentina-lujan.es/L/loscablesdelvoltimetro.pdf
Los cables del voltímetro estaban enchufados a tierra porque era frecuente que se rieran los volcanes a grandes llamaradas cuando, cediendo a presiones de fuerzas telúricas no del todo imponentes pero sí muy altivas a las que no les era posible el sustraerse nada más que en el caso de que les trajera por completo al fresco que la franquicia les fuera retirada en favor de a saber cuál de entre tantísimos oportunistas como andaban rondando a las mozas más agraciadas del lugar, el consejo — por muy torpe que fuera y vive Dios que los había ineptos hasta la náusea — de una administración laborioso pero muy escasamente dotado para labor tan fina optaba, dando un enérgico puñetazo en la mesa y ‟punto en boca”, por estampar su firma al pie de cartas de recomendación ensalzando las virtudes del mar o, puestos a dar alas a los osos polares o pábulo a la maledicencia de unos loros pésimamente acostumbrados por culpa de los operarios que no pudieron reducirse a cenizas y tan proclives a utilizar un lenguaje en exceso vulgar , al mismísimo aire cargado de un aliento no del todo divino pero sí lo bastante nauseabundo a ajo como para poner, literalmente, los estómagos de los que huían despavoridos, presas del horror, patas arriba.
3 de noviembre de 2010
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.