About the work
https://valentina-lujan.es/R/rumbos.pdf
Rumbos que se van dibujando lentamente a lo largo de eso que los que nos denominamos ‟humanos” reconocemos como ‟tiempo” en un lugar que identificamos como un planeta al que llamamos Tierra.
¿Cómo medirán su tiempo los habitantes de otros mundos?
¿Cómo llamarán al planeta en el que habiten y a la estrella alrededor de la que giren?
¿Cómo se denominarán a sí mismos?
¿A qué le llamarán "envejecer" y qué serán para ellos la belleza, la bondad, la ambición, la piedad, la inteligencia, el deber, la realidad?
¿Qué nombre darán a lo que nosotros denominamos amor y con cuál designarán al amor verdadero?
¿Tendrán un cuerpo del que desprenderse al morir?
Se me ocurren, mirando alrededor y al cada día y a las gentes que habitamos esta Tierra, otras muchas preguntas que me inspira un profundo rechazo el sólo formulármelas; pero, una vez que ahí están, por qué no compartirlas…
Así pues, me pregunto, por ejemplo, si esos habitantes de esos otros mundos estarán sujetos lo mismo que nosotros a una materia que genera tanta suciedad, tantos desechos, tantos humores varios como los humanos destilamos por tantos orificios que son — a su vez y a modo de maldición — los conductos por los que hemos inexcusablemente de servirnos para subsistir.
¿No es una maldición, una indignidad, el saber que comiendo estamos propiciando el tener que humillarnos a algo tan grosero como es el defecar?
No sé, pero me siento muy inclinada a asegurar que hay mundos donde el andamiaje que sustenta a los seres que habitan en ellos no necesita alimentarse de nada que genere residuos ni podredumbre. Estoy convencida de que hay mundos, tiene que haberlos, donde sus habitantes no necesiten matar seres vivos para subsistir.
¿Y el placer?
¿Necesitarán esos seres adoptar posturas tan indignas y grotescas como a las que nos vemos obligados los humanos para experimentar placer?
¿Les será obligado el someterse a semejantes actos y actitudes para engendrar nuevos seres?
¿Necesitarán cosméticos y perfumes para limpiar sus cuerpos y mantener a raya los olores procedentes del sudor, las heces, la orina o el sexo?
¿Necesitarán cubos de basura?
¿Necesitarán papel higiénico?
¿Necesitarán malgastar algo tan preciado como el tiempo en adecentar su entorno barriendo, fregando, poniendo la lavadora, cepillándose los dientes, frotando el culo de cacerolas y sartenes (y haciendo abluciones en el propio) o — algo mucho más inocuo y menos antiestético — sonándose las narices?
No sé; pero quiero pensar que hay otros mundos donde sus habitantes no han de someterse a semejantes humillaciones.
Y que este mundo en el que los humanos habitamos es tan sólo una estación de tránsito.
Y que existen otros mundos, otros lugares, a los que iremos ganando el derecho a acceder a medida que en este o en otros purgatorios por venir nos vayamos liberando de las miserias a las que nos tiene amarrados nuestra naturaleza humana.
24 de enero de 2011
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.