About the work
https://valentina-lujan.es/P/publicidad.pdf
Te pones a escuchar la radio, programas de calidad, hechos por personas cultas y enteradas de qué está pasando en el mundo, provistas de infinidad de datos y claridad de criterio suficiente y sobrada para saber discernir qué es honradez en cualquier campo de la economía o de la política; y, en mitad de su disertación o de su arenga, te vierten sobre la cabeza el jarro de agua fría de largarte con mucha credibilidad y mucho aplomo que tomes tal o cual producto para adelgazar, o para mejorar tu memoria, o que acudas a un determinado establecimiento a proveerte de moda, de perfume, de sartenes, de tresillos, para, a continuación y tan tranquilos, seguir con lo que estaban.
Te están hablando de la crisis, muy sesudamente, y contándote que hay en este país más de cuatro millones de parados; y sin siquiera advertirte de estar dando paso a la publicidad te cantan, sin solución de continuidad y dentro del mismo contexto, con la propia voz del que está conduciendo el programa, las maravillas de contratar un crucero o de comprarte un coche. Y, eso, a gentes que en una inmensa mayoría cuenta apenas con qué o de qué sobrevivir.
¿Cómo se les queda el cuerpo y el alma?
El vivir es una eterna servidumbre, por lo visto, un constante tener que claudicar y traicionarse, un ineludible tenerse que tragar sin rechistar ni masticar las propias miserias y mezquindades, recubiertas, como si fueran píldoras, de justificaciones y argumentos de colores, de todos los colores.
De todo se habla, se dice, se cuestiona, se critica. De la deshonestidad y desmedida ambición de los políticos y de la vulgaridad de las famosas. Se larga contra el presidente del gobierno, contra sus ministros y ministras, contra los sindicalistas y los sindicatos, sin parar en mientes y pasando por alto la descorazonadora, espeluznante, similitud que existe entre las actitudes de los denostados y su búsqueda del a toda costa perpetuarse y las de los que, a su costa, buscan exactamente lo mismo.
Se afean constantemente las conductas de los que desde el poder y desde las instituciones mienten, de los que no parecen alentados por otra finalidad que enriquecerse; se afea desde las emisoras y desde los periódicos cuyas últimas páginas están dedicadas a anuncios de prostitución; y cuanto mayor tirada tiene un periódico más se enriquece a causa de que sus páginas son más demandadas para tal publicidad.
¿Y estas conductas quién las afea? ¿Adónde o a quién se puede acudir para expresar la perplejidad que causan? ¿Qué medio va a dar cancha a la protesta de quien se duele de la mendacidad de los medios?
Y hay que vivir en esa impotencia y en ese silencio ahogado tan sólo por las mismas palabras pronunciadas por las mismas personas a las que, si no quieres vivir en una burbuja de ignorancia o desconocimiento, tienes forzosamente que escuchar.
26 de septiembre de 2010
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.