About the work
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Que tuvo ella, Brigidina, que como quien dice y literalmente sacarle de la boca justo en el momento en que degustaba él me da igual — le explicó Teresita — si ostras o una langosta o percebes, pero no chorizos de barbacoa porque, le explicó también, el tío Mauricio lo que solía perder era su cajita de rapé y que, además, además de que todos sus dientes eran suyos aunque, bueno, si, admitió, una muela era de oro, pero muy de al final y no se le veía, era muy exigente, y muy señor que, nunca, se habría avenido aunque tuviera que morirse de hambre, fíjate lo que te digo tan elegante con su sombrero canotier, a lo Maurice Chevalier, para que te hagas una idea a participar en una merienda tan del vulgo y tan campestre.
– Así que — concluyó — te ruego, por favor, que si con las prisas y tu poca experiencia no se te ha ocurrido mejor cosa que copiarme, y que no voy a enfadarme por ello porque quien no ha sido novata alguna vez, cojas esa dentadura y se la pongas u otro que, seguro, le quedará mejor.
– Ya, Teresita, pero a quién — Brigidina —, que no se me viene así al pronto a la cabeza nadie a quien ponérsela que no fuera, como hay gente tan pija que siempre quiere que se la vea perfecta, a enfadarse y, tú lo sabes, el tiempo se me echa encima porque las redacciones, ya lo advirtió la señorita, hay que presentarlas esta misma tarde.
– Pues, déjame pensar… ¡Un muerto! Un muerto que como está muerto no se va a enterar.
– Ya; pero es que, el cementerio, a mí como que…
– Pues… El padre de Pintado ¿te acuerdas?
– No sé quién es.
– Sí, mujer, aquel que tenía un ojo de cristal; tienes que acordarte… Inténtalo.
– Vale. Me acuerdo.
–¿Seguro? Mira que las mentiras tienen las patas muy cortas.
– Y la nariz muy larga. Me acuerdo muy bien.
– Pues, bueno; el padre.
– ¿Y qué le pasó?
– Que se ahogó pescando perlas en Tailandia.
– Pero, ¿las perlas se pescan?
– Ay, hija, no sé; y además qué más da.
Y la urgió a que le pusiera la dentadura y repasara los puntos y las comas, y los acentos que ya sabes que la Violeta es muy que la campana estaba a punto de tocar.
Pero que no volviese nunca más a copiarla, por favor, que es la última vez que te ayudo.
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.