About the work
https://valentina-lujan.es/K/mercedalabuenaindus.pdf
Merced a la buena industria de un vendedor ambulante que, asentado por el tenedor del señor Pedreras en persona y con su letra picuda pero clara, característica del hombre cuidadoso, conocedor tanto de la importancia de los propios actos como de la de los detalles por más que puedan a un primer golpe de vista parecer irrelevantes en la columna del “haber” del de Registro de Acciones Nominativas, viose impelido {fuera por la proclividad a la errabundia, según unos, de su creador (creadora, en este caso, ya que tirando del hilo no podía ser a juzgar por el Sumario otra que la Gorgondiola aficionada a las películas musicales), fuese por avatares del destino impredecible, según otros, del mencionado tenedor habida cuenta que nada más lejos de la voluntad, consciente, al menos, del tal Pedreras que, hombre piadoso aunque implacable donde los hubiese, por nada de este mundo ni del otro hubiera accedido a pasar por alto a su empleado un error tan manifiesto como el de no haber registrado a aquel en el de Visitas que era en buena lógica y en su condición de transeúnte el que por derecho propio y a perpetuidad (en tanto no se demostrase lo contrario) le correspondía} a, aun a pesar de su buena integración en nuestra comunidad y su mucho arraigo entre nosotros y con nuestras costumbres, trasladarse a un pueblo que distaba del nuestro poco más de un par de leguas y venir, cosa de cada unas tres semanas más o menos, en su moto con sidecar para enseñarnos el muestrario que terminase de recibir con las últimas novedades que por el momento le pareciera a él que pudieran ser más demandadas y, por eso y alertado por rumores varios de que Risita Ahogada tenía gusto de dar al jardín para papá el aspecto decadente y no poco romántico que había de suponerse al de los curas paseando meditativos libro de oraciones en mano, nos trajo aquella hermosa mañana de primavera un repertorio extensísimo y a todo color de multitud de hojas otoñales que iban desde el amarillo dorado al marrón oscuro pasando por toda una gama de ocres y anaranjados que, si bien fue muy del agrado de la concurrencia en general, tuvo también sus detractores unos porque adujeron “pues no sé yo si en pleno mes de mayo como estamos va esto a encajar bien”, y, otros ― aunque en realidad y para decir la verdad una sola, pero no se la escuchó demasiado porque doña Silvia, la matrona, ya se sabía de sobra cómo era de agonías a pesar de que su corpulencia le confiriese el aire apacible y sereno propio de su profesión ― diciendo “pues vas a ver tú cuando se entere mi marido”.
Etiqueta: Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.