About the work
https://valentina-lujan.es/S/sumasdeingorancias.pdf
Sumas de ignorancias arrojando sus signos sobrantes de osadías sobre restos de sapiencias aprendidas a golpe de añadir a la memoria múltiples productos resultados de sumas, profundas, infinitas razones enraizadas en arraigos erróneos a rarezas que rezan — rozando apenas con sus voces (y al ras de la conciencia acorazada, acorralada en la soledad de su apagada cómplice exigüidad con sus pasadas primarias apreciaciones de qué fueron las viejas casi ya a estas alturas olvidadas primigenias creencias) quebradas y sin rima — los requiebros piadosos pero falsos con que las obsequiara el no ya más roer los rancios huesos descarnados de yermas, desgarbadas andaduras por sendas erizadas de iracundias y de infelicidad y de la ingrata aberración de aborrecibles arrebatos arrollando el recto hacer y acertado sentir del que no esquiva el espacio de luz que tanto irrita en su negror a las Erinias; se funden, en abrazo mortal y ancha armonía para, una vez licuadas, irse diluyendo hasta extinguirse en el arrullo de la Verdad concisa.
12 de diciembre de 2010
Silogismos
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.