Kenichiro Yoshida, director ejecutivo de Sony, asegura que la compañía necesita un cambio de modelo de negocio, evolucionando desde la distribución hacia la creación de propiedad intelectual. Tras esta declaración realizada en una entrevista del Financial Times, se encuentra el objetivo del grupo tecnológico de consolidar la transformación corporativa de una marca de electrónica de consumo a una compañía global de entretenimiento.
Con esta apuesta, la multinacional japonesa se prepara para conseguir un mayor protagonismo en la industria del entretenimiento. Una actividad que se estima, según un estudio de PricewaterhouseCoopers (PwC) que analiza su evolución entre 2022 y 2026, moverá alrededor de 3 billones de dólares anuales en todo el mundo al final del periodo. El CEO de Sony Group asegura tener “la tecnología y la creación es el área que más nos gusta y donde más podemos contribuir”, añadiendo que también puede aprovechar su experiencia en la fabricación de cámaras, sensores y otros productos electrónicos, para producir entretenimiento en vivo.
La transición del grupo japonés le sitúa entre los grandes streamers
Durante los últimos seis años, bajo la dirección de Yoshida, Sony ha invertido 10.000 millones de dólares para construir su amplia cartera de juegos, películas y música, que representan el 60% de sus ingresos anuales. Esta transición ha situado a Sony junto a empresas como Netflix, Apple y Amazon en una batalla por contenido global que podría representar casi 250.000 millones de dólares este año, según la empresa de investigación de mercados Ampere Analysis.
Sony quiere mantener las relaciones comerciales con los servicios de streaming
De momento, mientras se involucra más en la producción de contenidos, el grupo japonés quiere seguir manteniendo su relación comercial con los servicios de streaming a los que vende sus derechos cinematográficos y televisivos con buenos resultados para la compañía.
Como ejemplo, el juego The Last of Us de PlayStation que se convirtió una popular serie de televisión o Uncharted, que se adaptó para el cine. De hecho, Yoshida ha asegurado que «poner nuestros esfuerzos en la creación, también significa que trabajaremos con socios de la distribución. Creo que hemos desarrollado muy buenas relaciones con los llamados actores de Big Tech».
El director financiero de Sony, Hiroki Totoki, también se ha manifestado en favor de la nueva iniciativa al considera que no disponen de tanta propiedad intelectual para juegos, películas o anime como la que fomentaron desde el principio.
«Sony históricamente ha sido mejor en encontrar una audiencia global para contenidos que ya se han vuelto populares en su mercado local».
El anime estará el centro de la apuesta de Sony
En el corazón del giro que quiere dar la firma japonesa se encuentra la explotación de una de las mayores carteras de anime japonés del mundo, reforzada con la compra de Crunchyroll, servicio de streaming especializado en este género. Según sus estimaciones, los más de 800 millones de fans globales del anime se convertirán en 1.000 millones en los próximos años. Si bien el coste medio de producir anime ha aumentado entre un 40% y 60% debido al poder de fijación de precios de los creadores en Japón.
De aquí que Crunchyroll, que cuenta con 15 millones de suscriptores pagos, y Sony estén intentando coproducir programas, a la vez que trabajan en la capacitación de nuevos animadores, y en conseguir que, gracias a la utilización de nuevas herramientas digitales y nuevo software, el proceso creativo sea más eficiente.
El equilibrio entre tecnología y derechos de los creadores no será fácil
En todo caso, la multinacional japonesa admite que su mayor participación en el proceso de producción la colocará en la primera línea de la batalla con animadores, creadores y directores de juegos, así como con otros colectivos que usen la inteligencia artificial en la creación de nuevo material. Yoshida ya ha adelantado que no va a ser fácil lograr un equilibrio.
«Será una búsqueda continua de cómo podemos usar la tecnología mientras protegemos los derechos de los creadores».
Fuente: Financial Times