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La IA es un collage dadaísta

Todo aquello que tiene contacto con el concepto IA genera un debate inmediato, y no es de extrañar. Esta nueva herramienta tiene un potencial disruptivo enorme, tanto en cómo entendemos la creación, el diseño, el arte, la originalidad o el pensamiento, o en la forma gestiona los derechos que se derivan de estas prácticas. No pretendo disipar todas las dudas y contradicciones que coexisten en este tema, sólo quisiera hacer un acercamiento a un concepto que es intrínseco en el uso de la IA, y es el collage como metodología.

Un ser llamado IA

Pero antes, un inciso, el nombre que damos a las cosas determina en gran medida su comprensión. Sé que es imposible ya volver a atrás, pero me parece erróneo llamar a estos programas generativos «inteligencia artificial». Es cierto que los resultados que obtenemos al introducir un prompt (que es la frase que empleamos para preguntar, proponer u ordenar a la IA lo que deseamos), puede parecernos propia de un ente pensante, con entidad propia, pero la realidad es que no se acerca a eso ni por asomo. Una IA no es una criatura. Mitificar esta tecnología nos aleja de estrategias para usarla correctamente: una IA es una herramienta creada y controlada por humanos, que se nutre de conocimiento humano.

Eso no evita los peligros, pero creo que sitúa el debate en un punto menos sci-fi, y por tanto más doméstico y asumible. La peor idea que podemos tener de una nueva tecnología es pensar que tiene vida propia y que por tanto escapa a nuestro control. Porque es la forma más probable de que no asumamos la responsabilidad de sus efectos negativos y dejemos en manos de otros, que sí conocen su naturaleza, el control de sus límites y, ¿por qué no decirlo? La explotación económica, sin atender a sus efectos sociales. Si asumimos que la IA es una herramienta humana, nos centraremos en legislar no la herramienta sino su gestión, su uso y, como decía, su explotación económica. Y en casi todos los casos, la legislación en materia de propiedad intelectual e industrial nos servirá.

Dejando a un lado el enorme territorio de la legalidad, sus límites y sus derivadas sociales, me gusta pensar que una IA es una forma de generar contenido con aquello que llamamos inteligencia colectiva. En otras palabras, es una forma innovadora de colaboración social. Es solo a partir del conocimiento que hemos generado entre todos y todas, y que ha sido compartido a través de algún medio digital, que los programas de IA pueden operar.

No soy ingenuo, es obvio que esa colaboración social está siendo monetizada por empresas que, a menudo, tienen muy poco de ese espíritu colaborativo. De ahí la necesidad de legislar, las acciones humanas que se realizan con ella.

Precedentes

Herramientas que trabajan de esta forma ya existían, quizás la más conocida es Wikipedia, una enciclopedia que se nutre de una multiplicidad de humanos generando conocimiento. Respecto a las imágenes, cualquier buscador no deja de ser eso mismo. La pequeña-gran diferencia es la capacidad de los algoritmos que gestionan la IA para combinar esta información preexistente. Además, en esa combinación se añade una variable estadística, cuantas más veces alguien haya usado una frase o una imagen para definir un concepto, más fácil es que la IA nos la ofrezca como parte de su respuesta. Pero en todo caso, son personas las que han escrito los textos «originales» y aportado las imágenes «primigenias».

Lo fascinante es la manera que tienen de combinar esa información. Nosotros también operamos de la misma forma. Este texto, a pesar de no estar «copiado» es una combinación de lo que he leído y visto sobre el tema a lo largo de tiempo. Mi algoritmo es capaz de mezclar estos datos de forma coherente, espero, y generar un texto «nuevo». Si estuviera creando una ilustración, funcionaría de la misma forma. Somos el resultado de todo aquello que hemos visto, leído, oído, vivido. La creatividad reside en la forma en que somos capaces de hacer interactuar ese conocimiento previo. En los 90, el diseñador Bruce Mau editó un texto llamado «Manifiesto incompleto para el crecimiento», en él se dice: «Imita. No seas tímido al respecto. Intenta llegar tan cerca como puedas. Nunca recorrerás todo el camino, y la separación puede resultar realmente sorprendente.» Y esa separación es, justamente, lo que hace de la IA una herramienta tan sorprendente.

Como decía, nosotros también creamos a partir de precedentes. Nadie crea a partir de cero, es imposible. Nuestras obras están limitadas por aquello que en nuestro cerebro tiene sentido. El pensamiento racional acota aquellas respuestas que somo capaces de generar. Eso suele ser un buen recurso. El uso racional de la información nos permite dar respuestas efectivas a problemas reales. Pero, en ocasiones, buscamos acceder a un lugar que no esté limitado por lo que tiene sentido. Eso sucede mayoritariamente en el entorno de las artes. Para ello, hemos desarrollado una serie de técnicas que se basan en lo que se denomina pensamiento lateral.

Edward de Bono ha escrito ampliamente sobre ello. Pero ya antes, los surrealistas habían inventado técnicas para acceder al subconsciente. Ahí tenemos el cadáver exquisito, practicado en los cafés de París con buenas dosis de absenta o el sueño interrumpido de Dalí. Aunque es quizás el Dadaísmo el movimiento que más profundizó en el sinsentido, en el absurdo, por eso mismo fueron grandes creadores de collages.

El collage como método

El collage es una técnica que combina imágenes preexistentes para crear una nueva. La potencia de esta técnica es que las imágenes ya tienen un relato, y la suma de esos relatos genera un metarelato exponencialmente perturbador. Los dadaístas como Hannah Höch o Raoul Hausmann lo sabían y lo usaban para crear obras que intentaban hacer saltar por los aires la lógica, los apriorismos, el sentido común y el pensamiento racional.

Los programas de IA, quizás porqué aún están en una fase embrionaria, tiene mucho de ese potencial dadaista. Repito, una IA no es una criatura, pero si lo fuera, sin duda sería dadá. Las imágenes generadas por una IA escapan a nuestra lógica y nos sorprenden. Solemos entender esas respuestas como errores del programa, pero yo prefiero verlos como puertas abiertas a otros territorios de comprensión no racional. Me interesa poco la IA cuando intenta imitar la realidad, me atrapa justo cuando me propone una realidad alternativa que puede acercarnos a respuestas que no son evidentes, lejos de los lugares comunes.

Es cierto que todos los esfuerzos de los programadores van en la dirección opuesta, es decir, en encontrar respuestas que satisfagan nuestras expectativas y estas están limitadas, una vez más, por lo que concebimos como «posible». Eso tendrá aplicaciones muy valiosas en infinidad de campos.

Aún hoy somos nosotros los que nos tenemos que adaptar a la tecnología. El uso de las IA ayudará a adaptar la tecnología a nuestras necesidades y conocimientos. Puede ser una herramienta muy valiosa para reducir la brecha digital, porque las aplicaciones se ablandarán y hablarán nuestro lenguaje. Cualquiera que haya visto a una persona pelearse con la interface de un cajero automático, entenderá que una Alexa o una Siri bancaria sería de agradecer.

Nosotros hacemos las preguntas

Pero si nos centramos en aplicaciones de generación de imágenes o textos con fines creativos, creo que no debemos desdeñar el «error» sino, justamente: potenciarlo. En ese sentido, creo que los prompts van a ser cruciales. Volviendo a Bruce Mau y su manifiesto, dice:

«La respuesta incorrecta es la respuesta acertada en busca de una pregunta diferente. Acumula respuestas equivocadas como parte del proceso. Plantéate diferentes preguntas.»

(Bruce Mau)

Esas preguntas son los promts y creo que pronto aparecerá una profesión, similar a los copys en publicidad, que serán valorados por su capacidad de arrancar de las IA respuestas sorprendentes, diferentes, excitantes. No creo equivocarme si digo que serán los prompts los que reclamen, más pronto que tarde, una protección de su propiedad intelectual.

🪧 Aviso: Los artículos de Tribuna reflejan la opinión de sus autores. SafeCreative no se identifica necesariamente con los puntos de vista expresados en ellos.
Óscar Guayabero
Óscar Guayaberohttps://www.guayabero.net/
Creador, editor, escritor… se autodefine como "para-diseñador". Guayabero es en realidad un contador de historias sobre objetos, instalaciones o palabras que además disfruta comisariando exposiciones, dando clases o activando plataformas.

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