PUEDES LEER AQUÍ LOS 4 PRIMEROS POEMAS DEL LIBRO

UN LIBRO SENSUAL Y SEXUAL A UN TIEMPO, PROVOCADOR A LA VEZ QUE DESGARRADOR Y TIERNO.

En SENXO, de Daniel Granado, se entrelazan destellos de SENsualidad y seXO que a veces se rozan, se entrecruzan, se tocan, se funden y confunden en ocasiones en uno solo, que en ocasiones se alejan el uno del otro a lo largo de versos cargados también de un amor desgastado, devastado, aniquilado, con intermitentes destellos de luz optimista.

I

Enfermo de celos de nuestros pasados

Al no haber recibido la visita

Del Espíritu Santo

Por no habernos mantenido vírgenes,

Pensando en los mercaderes

A los que ofrecimos e invadieron

Y usaron nuestros templos

Profanándolos antes de ser expulsados,

A pesar de que el presente

Te ha revelado ante mí

Como el lugar exacto,

Con esa edad aprendida,

En la que yo te he aprehendido

Con un deseo perfecto

Y he aprendido tu cuerpo

Con estudiada meticulosidad

De escritura sagrada.

Idolatro la sabiduría

Que el tiempo ha concedido

Al templo de tus piernas

Cuando me abrazan;

Venero los años que han forjado

De piel tersa y cálida

La sacristía interna de tus muslos

Porque es en ellos donde sepulto mi rostro

Mientras indago a cuatro labios

Musitando ininteligibles lenguas de Babel

Que versan sobre la genealogía

De la especie humana

A la espera de esa erupción volcánica

Que acerca a mis papilas tu lava,

Abrasando incandescente sobre mi lengua,

Devolviendo a este hombre a su origen.

Santifico el tiempo que ha moldeado

El altar elevado de tus senos perfectos,

Sus refulgentes aureolas dibujadas de santos

Ante las que me arrodillo,

La bienaventuranza de su pezón erecto

Que da de beber a este sediento,

Su rostro hundido a la deriva

En un naufragio de deseo

En el estrecho canal sin agua de tu pecho.

Honro el diluvio de tus nalgas,

Sus bajadas y subidas de mareas

Sus olas que golpean

Cual milagro de los panes y los peces

El faro de roca de mi cuerpo

Que devuelve un haz de luz

De agua convertida en leche;

Reverencio su sendero

De aguas separadas de Mar Rojo

Que desvela el éxodo hacia

La Sodoma sumergida de tu cuerpo

En esa huida hacia el deseo

Antes de convertirme en Lot de sal

En el Mar Muerto.

II

Llegado ese momento del frío

En el que dejas de reconocerte

Frente a los espejos,

Llegado ese instante de hastío

En el que huyes a esconderte

De tus propios reflejos,

Recuerdas aquel tiempo

En el que todos tus labios

Eran carnosos y jugosos

Y contemplas toda la vanidad

Caída de tus senos avergonzados,

Los escombros de muslos derrumbados

Frente al umbral del tiempo,

Las ingles rajadas y agrietadas

Tus lóbulos rasgados de colgantes,

Mientras te amenazas con un sueño

En el suicidio de tus ojos

Inertes e inquietantes.

III

Deberías aprender a despreciarme

Del mismo modo en el que yo te venero.

Nunca fueron productivos

Estos viajes nocturnos hacia la derrota

Más bella que jamás inventaste

Oscilando sobre los ejes absurdos de la nada.

Te advertí de todo esto

Pero no era una amenaza

Sino un desafío descolgado del silencio

Arañando las fronteras de lo absurdo

Hacia el anhelo de tu rendición

Que nunca llegó.

Deberías haberte detenido

En alguien menos inoportuno

Que no comprase cuadernos

En noches como ésta

En la que puedes cortar la niebla

Con el filo de una uña rota

Si te aventuras tan sólo algo más

En el pánico de la ventana.

Deberías casarte

-o al menos intentarlo con

Alguien más sereno

Que no pasase sus días

Y sus noches en estaciones

En busca de billetes

Para más tarde no llegar

A ninguna parte.

Deberías desnudarte más lentamente

Hasta descubrir la verdad

Que te acercase al espejo

Y ser capaz de detenerte ante tu cuerpo

Devastado en cicatrices,

Supurando las llagas con tus propios dedos,

Degustando el dolor hasta darte cuenta

De que has agotado la tristeza.

IV

Llegará.

Todo lo que no deseas

Te atrapará dentro de un tiempo;

La ley de la gravedad

Deseará poseer tus senos

Y acabarás entregándoselos

En un orgasmo de flaccidez constante.

Cuando ya no seas

La dueña de nadie

Porque tus muslos y tus nalgas

Dejen de ser prietos

Y aplasten a cualquiera

Que esté a su alcance,

Entonces el sexo

Comenzará su venganza

Y el cuerpo albergará

La esperanza del anhelo.