About the work
http://valentina-lujan.es/R/Chapuza%20vers.pdf
– ¿Chapuza?
Porque me he armado de valor y le he enseñado, por fin, y un poco más optimista gracias a los ánimos que el señor Ramírez me ha infundido, mis pequeños progresos.
– ¡Pero si es la verdad!
Y nos enzarzamos en una discusión tal vez acalorada planteándonos qué es la verdad; cuánto o a quién importa la verdad; cuáles son los valores estratégicos o artísticos de la verdad; hasta dónde se puede llegar esgrimiendo tales o cuales verdades…
No logramos llegar a un acuerdo y nos disponemos a separamos, un poco cabizbajos.
Ya hemos terminado el último sorbo de las consumiciones y estamos recogiendo las pocas cosas que hemos puesto hoy sobre la mesa.
Él dice entonces “¡Joder, no tengas tanta prisa! Anda, tómate otra”.
Y bebemos en silencio sin que suceda nada, sin que ninguno de los dos encontremos la palabra mágica que logre romper el hielo hasta que, transcurridas un par de horas , se acerca la camarera y me dice que lo siente, pero que es hora de cerrar.
Yo lo lamento; no que sea hora de cerrar ― porque la verdad es que me duele bastante la cabeza y entiendo que me vendrá bien irme a casa y, atendiendo a los consejos de mi madre, tomarme una aspirina y meterme en la cama ― sino porque, estratégicamente, o artísticamente, me habría venido mejor que dijera cualquier otra cosa que me diese pie a entablar conversación, más cuando el local había estado toda la tarde prácticamente vacío , y preguntarle “¿a usted que le parece?”.
Ella, entonces y a muy poquita buena voluntad que le echase, habría podido aportar su punto de vista y darme su opinión sobre si me haría más juego que la chapuza fuese el cielo y el infierno ― que no estaría siendo ningún disparate porque, eso era cierto, me había salido algo torcido ― o el hecho, intrascendente tal vez, de sacar a relucir la edad del chico, tan espabilado pero y qué, o la circunstancia obviable en un principio de que el abuelo fuese mudo o yo fuera huérfano.
Luego, ya en la calle, me vino a la cabeza que en lo concerniente al tema de la verdad y tantas consideraciones en torno a ella como pudieran hacerse no habíamos entrado; y estuve por regresar.
Pero no regresé.
Y aquí vuelve a asaltarme la duda porque no sé si lo hice ― o no lo hice, o si sería más adecuado desistí ― porque ella había echado ya el cierre, o porque era una mujer francamente antipática, o porque ya tenía yo bastante emborronados los papeles y bastante ensombrecido el ánimo a causa de la mudez — tan irreflexiva e innecesaria y que tan culpable me hacía sentir — del pobre señor Ramírez como para seguir enredando.
Continuará…
(Escribí)
… “y que sea lo que Dios quiera”.
Me dije, resignado a mi triste suerte.
Pero ya fuese porque Dios no tuviera a bien intervenir o porque se desencadenara una guerra o una tormenta, o porque sufriera yo uno de...
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por entonces pensé que lo hacía nada más por asustarme y como en broma ― la de papeles que tiene que emborronar un escritor que medio se precie”.
Pero tuvo que esperar cuatro meses porque, cuando volvió — le contó a su amigo —, una chica que había muy mona pero tan nueva que le temblaban mucho las bandejas y le dio cortedad involucrarla en tanto lío como él se traía, le dijo que la suya, su camarera de siempre, había tenido un niño y estaba de baja por maternidad. Circunstancia, por cierto, que le vino lo suficientemente mal como para que su ánimo, ya bastante ensombrecido etcétera ― del que su amigo, quizá porque leyera por encima o deprisa, podía caber la posibilidad de que no se hubiera percatado pero también la de que le importase un rábano ―, se oscureciese más (si cabía) y pudiera, así, ser una posibilidad más entre las posibilidades a tener en cuenta para entregarse no tenía él ni medio claro todavía si a una tragedia o a un sainete.
Firmado: Nosotras, las palabras
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.