About the work
https://valentina-lujan.es/Z/Biela.pdf que era lo que por respeto a la tradición se daba por sentado según el entender de Ernestina que iría a buscar Sergio Escalante siempre que se presentara la ocasión propicia en que, de forma reiterativa salvo cuando por alguna circunstancia excepcional que hacía invariablemente murmurar a la madre “mírale; llego a pensar a veces que lo hace por mortificarme”, consultase a escondidas sus apuntes, él no repararía. ¿No habría podido ser él, tan despistado y tan de verdad, Ciriaco del Valle? Loreto se encontraba, sospechando que por puro azar y resignada a ignorar de por vida cómo habrían sido las cosas en el supuesto de que se la hubiese invitado a elegir, entre los que suspiraban por saberlo. Pero siempre que surgía el formular esta pregunta tan sumamente sencilla de responder con un escueto “sí” o un lacónico “no” se organizaba una bronca fenomenal porque, mientras unos pocos protestaban que para incorporarla al cuestionario habría que modificar todo el programa y volverlo a imprimir, los — pocos, también, para qué nos vamos a engañar — que les tendrían que replicar no estaban a lo que estaban sino a coquetear y tontear con las hermanas y las primas de los que, en teoría, los habrían debido secundar o para qué, si no, se les había invitado y no para ponerse literalmente morados de chocolate con bizcochos… A doña Emiliana estas cosas la ponían totalmente fuera de sí y no había tarde en que no amenazase con ir a elevar la correspondiente queja al despacho del director que, si era nuevo , se pondría muy nervioso temiendo no saber estar a la altura de las circunstancias y, en su azoramiento, no acertaría tan siquiera a recordar que si estuviésemos a martes, por ejemplo , todo su cometido tendría que consistir en hacer comprender a la interfecta algo tan elemental — porque a los directores nuevos no se les exigía mucho — como que las amenazas sólo se llevaban a la práctica en los días y a las horas consignados en el tablón de anuncios en rojo y en negrilla en tanto que, si estuviéramos a lunes o viernes, la letra sería azul y un poco más grande pero cursiva de manera que, terminaba sin convicción pero voluntariosa ella Loreto por comprender, más valía, a lo mejor, después de todo, asumir el papel (por entonces aún no se utilizaba el anglicismo rol) y aprenderse un trozo de corrido, como un papagayo, y evitarse así el tener que sufrir los empujones, todas allí amontonadas, a gritos consultando el tablón. *** Pero la tradición había dejado de respetarse hacía mucho y, si Loreto no lo ignoraba fuera — fuese nadie a saber si con veracidad o por astucia y, más (o tal vez “menos”, pero iba a ser este un particular al que se prestaría la oportuna atención cuando se abordara el capítulo de los signos que habría, como es natural, de contemplar también el “por” y el “entre” aunque, eso también es obvio, las operaciones debieran ser en un principio tan sencillas como cuántos caramelos habré de repartir si tengo dos amigas y quiero dar dos a cada una o, visto de otra manera, a cuantos caramelos tocarían mis tres amigas si yo estoy teniendo seis para repartir), en unos tiempos gobernados por la necesidad imperiosa de saber de todo un poco — por voluntad propia o inducida , tendría que reconocer o por lo menos admitir que, siempre que se presentara la ocasión propicia en que de forma reiterada Sergio no repararía, a ella, por el contrario, la desazonaría el verse obligada a transigir con un supuesto que no es que le pareciese ofensivo o humillante en sí mismo pero sí muy sencillamente soslayable con tan solo no ser, ella precisamente, quien se viera forzada a falsear, allí, de pie y en alta voz, unos datos que — y no por temor a que pudieran faltarle caramelos —, se temía, con la mala pata añadida de que Rebeca y Sagrario estaban faltando una con otitis y otra con anginas, iba a desencadenar por toda la clase y con el subsiguiente enfado de doña Almudena que jamás le tuvo simpatía ninguna una auténtica oleada de risitas mala, muy malamente contenidas. A cuenta de todo lo cual se terminaba — aun sin perjuicio de que al final del día cada educanda efectuase (en la capilla, en recogido silencio de ojos bajos y frente apoyada en las manos cruzadas, antes de salir en tropel y desorden corriendo) un sencillo acto de contrición del que por qué dudar que fuese muy sentido — pasando por alto el entender que, minuciosa, detallista en extremo y puede que hasta algo proclive a la obsesión como lo era Honorina, había elaborado casi filosófico para una Ernestina que, de haber sido sólo un poco menos aplicada o nada más una pizca más perspicaz, hubiera podido, tan ricamente, sin tan siquiera contemplarse, allí, toda la tarde frente al espejo ensayando una Loreto en la que la señorita Florence, atenta sólo a las haches y a las comas, no iba ni a reparar ni a fijarse. Etiqueta: De entre los papeles de un baulito chino Categoría: Telas de araña
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.