About the work
http://valentina-lujan.es/R/rifirrafe.pdf
que le pregunto que si es otro.
− ¿Otro “qué”? ― Me contesta.
− “Rifirrafe” ― le digo ― ¿Qué va a ser?
− Sí, otro ― dice. Y que si pasa algo por eso.
− No ― yo, que lo noto por cierto un poco tenso hoy ―; si pasar no, pero que como ya llevamos dos, pues, que a lo mejor…
− ¿Te parecen muchos para una amistad tan larga como la nuestra? ― dice ― No debes olvidar que nos conocemos desde niños.
− ¿Cómo voy a olvidarlo ― yo ― con la de patadas que nos habremos dado jugando al fútbol en los recreos?
− ¿Jugando al fútbol? ― Y me mira con cara de extrañeza, el gesto algo despectivo como de “pero y éste qué dice”.
− Sí. El fútbol es un deporte practicado por adolescentes en el patio del colegio.
− Ya, pero a mí ― él, que ya digo que lo noto hoy malhumorado ― siempre me han gustado más los juegos de mesa.
− ¿De mesa? ― Yo ― ¿De dónde saco entonces las patadas? ¿Quién me las daba?
− ¿Y qué sabré yo si no estaba? ― Y se queda un poco pensativo antes de agregar ―: Pero Teodorico, por ejemplo…
− ¿Teodorico? ¿Seguro que he conocido yo a algún Teodorico?
− ¡No vas a conocerlo! ― hace aspavientos con los brazos y los ojos muy espantados ― Aquel chico bajito que tenía un antojo en forma de fresón, me parece estarlo viendo, en la mejilla izquierda.
Vuelve a quedarse pensativo antes de puntualizar que pero baloncesto.
− ¿Qué baloncesto? ― Yo, que al notarlo rarillo tampoco estoy yo muy centrado.
− Pues las patadas ¡Joder! Jugaba muy bien al baloncesto.
− Ah ― me esfuerzo ― aquel chico alto que quería ser notario y tenía una hermana que tenía pelo largo, rubio…
− Teodorico era moreno, y lo de la hermana no sabría asegurarte nada. Pero quería ser trapacista.
− Ya, pero digo la hermana. Trapecista, sí; pelo largo rubio, ondulado, muy bonito…
− Puede ser ― admite, me parece que a regañadientes, no sin objetar sin embargo ―, aunque siempre estuve en la idea de que lo que a ella le gustaba era la natación sincronizada. Pero Teodorico era, insisto, bajito.
− ¿No me terminas de decir que jugaba al baloncesto?
− Sí, pero era bajito. A veces pasa o mira si no a Muggsy Bogues.
− Vale ― digo ―. Nos olvidamos de las oposiciones a notarías pero ocurre que al baloncesto yo no he jugado nunca. No sé.
− Y qué más te dará, digo yo ― dice él ―, si nadie lo va a saber.
Y que poniendo inconvenientes a todo no hay quien avance ni saque nada en claro de manera que, dice “vamos a dejarnos de tonterías y a seguir con lo que estábamos que, por cierto, ¿qué era?”.
− El tercer rifirrafe.
− Exageras.
− ¿Exagero?
− Sí. Sólo es el segundo.
− Es el tercero ― yo ―, estoy totalmente seguro.
− Pues entonces ― irritado casi, que ya digo que anda él hoy revuelto ― debo de estar yo tonto hoy, que sólo recuerdo el del puñetazo en la mesa…
− ¿Y el de nuestro encuentro aquella tarde, acuérdate, en que Manolita no encontraba un sacacorchos?
− ¿Me tengo que acordar de un detalle tan insignificante?
− No necesariamente ― contesto ― ya que en realidad quedó todo en un susto porque apareció enseguida; además creo que puedo mostrártelo yo mismo.
Y saco de mi carpeta un fajo de folios, que le tiendo (abajo) y me quedo mirándolo, a él, orgulloso yo de poder presumir de una prueba tan evidente de que tengo razón; pero me los devuelve casi de inmediato diciendo “mira, en el tercero, debajo justo de las lamentaciones de Manolita. Y era, si no te importa, un abridor”.
Y que procure, en lo sucesivo, ser más cuidadoso porque errores tan tontos son, precisamente, lo que resta credibilidad al escritor.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.