Rifirrafe que le pregunto que si es otro
06/19/2024
2406198312419

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http://valentina-lujan.es/R/rifirrafe.pdf
que le pregunto que si es otro.
− ¿Otro “qué”? ― Me contesta.
− “Rifirrafe” ― le digo ― ¿Qué va a ser?
− Sí, otro ― dice. Y que si pasa algo por eso.
− No ― yo, que lo noto por cierto un poco tenso hoy ―; si pasar no, pero que como ya llevamos dos, pues, que a lo mejor…
− ¿Te parecen muchos para una amistad tan larga como la nuestra? ― dice ― No debes olvidar que nos conocemos desde niños.
− ¿Cómo voy a olvidarlo ― yo ― con la de patadas que nos habremos dado jugando al fútbol en los recreos?
− ¿Jugando al fútbol? ― Y me mira con cara de extrañeza, el gesto algo despectivo como de “pero y éste qué dice”.
− Sí. El fútbol es un deporte practicado por adolescentes en el patio del colegio.
− Ya, pero a mí ― él, que ya digo que lo noto hoy malhumorado ― siempre me han gustado más los juegos de mesa.
− ¿De mesa? ― Yo ― ¿De dónde saco entonces las patadas? ¿Quién me las daba?
− ¿Y qué sabré yo si no estaba? ― Y se queda un poco pensativo antes de agregar ―: Pero Teodorico, por ejemplo…
− ¿Teodorico? ¿Seguro que he conocido yo a algún Teodorico?
− ¡No vas a conocerlo! ― hace aspavientos con los brazos y los ojos muy espantados ― Aquel chico bajito que tenía un antojo en forma de fresón, me parece estarlo viendo, en la mejilla izquierda.
Vuelve a quedarse pensativo antes de puntualizar que pero baloncesto.
− ¿Qué baloncesto? ― Yo, que al notarlo rarillo tampoco estoy yo muy centrado.
− Pues las patadas ¡Joder! Jugaba muy bien al baloncesto.
− Ah ― me esfuerzo ― aquel chico alto que quería ser notario y tenía una hermana que tenía pelo largo, rubio…
− Teodorico era moreno, y lo de la hermana no sabría asegurarte nada. Pero quería ser trapacista.
− Ya, pero digo la hermana. Trapecista, sí; pelo largo rubio, ondulado, muy bonito…
− Puede ser ― admite, me parece que a regañadientes, no sin objetar sin embargo ―, aunque siempre estuve en la idea de que lo que a ella le gustaba era la natación sincronizada. Pero Teodorico era, insisto, bajito.
− ¿No me terminas de decir que jugaba al baloncesto?
− Sí, pero era bajito. A veces pasa o mira si no a Muggsy Bogues.
− Vale ― digo ―. Nos olvidamos de las oposiciones a notarías pero ocurre que al baloncesto yo no he jugado nunca. No sé.
− Y qué más te dará, digo yo ― dice él ―, si nadie lo va a saber.
Y que poniendo inconvenientes a todo no hay quien avance ni saque nada en claro de manera que, dice “vamos a dejarnos de tonterías y a seguir con lo que estábamos que, por cierto, ¿qué era?”.
− El tercer rifirrafe.
− Exageras.
− ¿Exagero?
− Sí. Sólo es el segundo.
− Es el tercero ― yo ―, estoy totalmente seguro.
− Pues entonces ― irritado casi, que ya digo que anda él hoy revuelto ― debo de estar yo tonto hoy, que sólo recuerdo el del puñetazo en la mesa…
− ¿Y el de nuestro encuentro aquella tarde, acuérdate, en que Manolita no encontraba un sacacorchos?
− ¿Me tengo que acordar de un detalle tan insignificante?
− No necesariamente ― contesto ― ya que en realidad quedó todo en un susto porque apareció enseguida; además creo que puedo mostrártelo yo mismo.
Y saco de mi carpeta un fajo de folios, que le tiendo (abajo) y me quedo mirándolo, a él, orgulloso yo de poder presumir de una prueba tan evidente de que tengo razón; pero me los devuelve casi de inmediato diciendo “mira, en el tercero, debajo justo de las lamentaciones de Manolita. Y era, si no te importa, un abridor”.
Y que procure, en lo sucesivo, ser más cuidadoso porque errores tan tontos son, precisamente, lo que resta credibilidad al escritor.

Literary: Other
papeles
prosa
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Felipe Ledesma
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Title Rifirrafe que le pregunto que si es otro
http://valentina-lujan.es/R/rifirrafe.pdf
que le pregunto que si es otro.
− ¿Otro “qué”? ― Me contesta.
− “Rifirrafe” ― le digo ― ¿Qué va a ser?
− Sí, otro ― dice. Y que si pasa algo por eso.
− No ― yo, que lo noto por cierto un poco tenso hoy ―; si pasar no, pero que como ya llevamos dos, pues, que a lo mejor…
− ¿Te parecen muchos para una amistad tan larga como la nuestra? ― dice ― No debes olvidar que nos conocemos desde niños.
− ¿Cómo voy a olvidarlo ― yo ― con la de patadas que nos habremos dado jugando al fútbol en los recreos?
− ¿Jugando al fútbol? ― Y me mira con cara de extrañeza, el gesto algo despectivo como de “pero y éste qué dice”.
− Sí. El fútbol es un deporte practicado por adolescentes en el patio del colegio.
− Ya, pero a mí ― él, que ya digo que lo noto hoy malhumorado ― siempre me han gustado más los juegos de mesa.
− ¿De mesa? ― Yo ― ¿De dónde saco entonces las patadas? ¿Quién me las daba?
− ¿Y qué sabré yo si no estaba? ― Y se queda un poco pensativo antes de agregar ―: Pero Teodorico, por ejemplo…
− ¿Teodorico? ¿Seguro que he conocido yo a algún Teodorico?
− ¡No vas a conocerlo! ― hace aspavientos con los brazos y los ojos muy espantados ― Aquel chico bajito que tenía un antojo en forma de fresón, me parece estarlo viendo, en la mejilla izquierda.
Vuelve a quedarse pensativo antes de puntualizar que pero baloncesto.
− ¿Qué baloncesto? ― Yo, que al notarlo rarillo tampoco estoy yo muy centrado.
− Pues las patadas ¡Joder! Jugaba muy bien al baloncesto.
− Ah ― me esfuerzo ― aquel chico alto que quería ser notario y tenía una hermana que tenía pelo largo, rubio…
− Teodorico era moreno, y lo de la hermana no sabría asegurarte nada. Pero quería ser trapacista.
− Ya, pero digo la hermana. Trapecista, sí; pelo largo rubio, ondulado, muy bonito…
− Puede ser ― admite, me parece que a regañadientes, no sin objetar sin embargo ―, aunque siempre estuve en la idea de que lo que a ella le gustaba era la natación sincronizada. Pero Teodorico era, insisto, bajito.
− ¿No me terminas de decir que jugaba al baloncesto?
− Sí, pero era bajito. A veces pasa o mira si no a Muggsy Bogues.
− Vale ― digo ―. Nos olvidamos de las oposiciones a notarías pero ocurre que al baloncesto yo no he jugado nunca. No sé.
− Y qué más te dará, digo yo ― dice él ―, si nadie lo va a saber.
Y que poniendo inconvenientes a todo no hay quien avance ni saque nada en claro de manera que, dice “vamos a dejarnos de tonterías y a seguir con lo que estábamos que, por cierto, ¿qué era?”.
− El tercer rifirrafe.
− Exageras.
− ¿Exagero?
− Sí. Sólo es el segundo.
− Es el tercero ― yo ―, estoy totalmente seguro.
− Pues entonces ― irritado casi, que ya digo que anda él hoy revuelto ― debo de estar yo tonto hoy, que sólo recuerdo el del puñetazo en la mesa…
− ¿Y el de nuestro encuentro aquella tarde, acuérdate, en que Manolita no encontraba un sacacorchos?
− ¿Me tengo que acordar de un detalle tan insignificante?
− No necesariamente ― contesto ― ya que en realidad quedó todo en un susto porque apareció enseguida; además creo que puedo mostrártelo yo mismo.
Y saco de mi carpeta un fajo de folios, que le tiendo (abajo) y me quedo mirándolo, a él, orgulloso yo de poder presumir de una prueba tan evidente de que tengo razón; pero me los devuelve casi de inmediato diciendo “mira, en el tercero, debajo justo de las lamentaciones de Manolita. Y era, si no te importa, un abridor”.
Y que procure, en lo sucesivo, ser más cuidadoso porque errores tan tontos son, precisamente, lo que resta credibilidad al escritor.
Work type Literary: Other
Tags papeles, prosa

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Identifier 2406198312419
Entry date Jun 19, 2024, 11:58 AM UTC
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Author. Holder Felipe Ledesma. Date Jun 19, 2024.


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