About the work
https://valentina-lujan.es/trans/Yladejamoshacer.pdf
La dejamos hacer y, con deleite, la aplicamos con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Navarrete ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Gloria ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Ea ― doña Gloria ―, no; Sagrario.
– Pero ¿cómo ― la Navarrete ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Gloria, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?
–Ya. Si no ― doña Gloria ―; si algo sí. A lo que voy es a esque…
–Lo que ella está queriendo decir ― la Navarrete corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser…
–Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en hacer un cucurucho con la servilletita del té, con lentitud, para deshacerlo luego con mucha presteza, y posar la servilleta doblada en cuatro sobre la mesa, y darle una palmada seca preguntando, en tono que dejaba traslucir su escepticismo ―: ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que…
–Pues Raulito.
– ¿A quién conoce Raulito? ― Inquisitiva, irreductible; dando la vuelta a la servilleta, que se queda ahora con las iniciales bordadas hacia abajo, y propinándole una nueva palmadit…
–A nadie, Clara ― la Navarrete corpulenta pero menos es, era, infinitamente más paciente. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Raulito…
– ¿Y qué le pasó?
–Bueno ― Gloria ―, nos contaron que le dio algo s la cabez…
–Ya – ya no da, dio, la Navarrete más vueltas a la servilleta y se contentó con ir presionando, con la uña, sobre cada uno de los picos de la puntilla ―; pero quiero saber qué.
–Una apoplejía, o embolia o…
–Antes ¡Antes! ― Y como muy impaciente contó todos los piquitos de la puntilla de un tirón.
–Pues que nunca fue niño.
Fue Sagrario, la primera vez que abría la boca en toda la tarde, quien lo dijo. Luego ladeó un poquito la cabeza y la volvió a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Nos enteramos, cuando el apenas medio centenar de supervivientes peinábamos ya canas y era por consiguiente imposible reparar el daño, de que jamás… ¡pero que nunca, eh!, había sido niño…
– ¡Caramba!
–O, al menos — la hermana —, no un niño como los demás…
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.