Y la dejamos hacer, a la memoria
04/18/2024
2404187682444

About the work

https://valentina-lujan.es/trans/Yladejamoshacer.pdf
La dejamos hacer y, con deleite, la aplicamos con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Navarrete ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Gloria ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Ea ― doña Gloria ―, no; Sagrario.
– Pero ¿cómo ― la Navarrete ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Gloria, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?
–Ya. Si no ― doña Gloria ―; si algo sí. A lo que voy es a esque…
–Lo que ella está queriendo decir ― la Navarrete corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser…
–Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en hacer un cucurucho con la servilletita del té, con lentitud, para deshacerlo luego con mucha presteza, y posar la servilleta doblada en cuatro sobre la mesa, y darle una palmada seca preguntando, en tono que dejaba traslucir su escepticismo ―: ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que…
–Pues Raulito.
– ¿A quién conoce Raulito? ― Inquisitiva, irreductible; dando la vuelta a la servilleta, que se queda ahora con las iniciales bordadas hacia abajo, y propinándole una nueva palmadit…
–A nadie, Clara ― la Navarrete corpulenta pero menos es, era, infinitamente más paciente. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Raulito…
– ¿Y qué le pasó?
–Bueno ― Gloria ―, nos contaron que le dio algo s la cabez…

–Ya – ya no da, dio, la Navarrete más vueltas a la servilleta y se contentó con ir presionando, con la uña, sobre cada uno de los picos de la puntilla ―; pero quiero saber qué.
–Una apoplejía, o embolia o…
–Antes ¡Antes! ― Y como muy impaciente contó todos los piquitos de la puntilla de un tirón.
–Pues que nunca fue niño.
Fue Sagrario, la primera vez que abría la boca en toda la tarde, quien lo dijo. Luego ladeó un poquito la cabeza y la volvió a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Nos enteramos, cuando el apenas medio centenar de supervivientes peinábamos ya canas y era por consiguiente imposible reparar el daño, de que jamás… ¡pero que nunca, eh!, había sido niño…
– ¡Caramba!
–O, al menos — la hermana —, no un niño como los demás…

Literary: Other
prosa
transgresiones
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Title Y la dejamos hacer, a la memoria
https://valentina-lujan.es/trans/Yladejamoshacer.pdf
La dejamos hacer y, con deleite, la aplicamos con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Navarrete ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Gloria ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Ea ― doña Gloria ―, no; Sagrario.
– Pero ¿cómo ― la Navarrete ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Gloria, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?
–Ya. Si no ― doña Gloria ―; si algo sí. A lo que voy es a esque…
–Lo que ella está queriendo decir ― la Navarrete corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser…
–Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en hacer un cucurucho con la servilletita del té, con lentitud, para deshacerlo luego con mucha presteza, y posar la servilleta doblada en cuatro sobre la mesa, y darle una palmada seca preguntando, en tono que dejaba traslucir su escepticismo ―: ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que…
–Pues Raulito.
– ¿A quién conoce Raulito? ― Inquisitiva, irreductible; dando la vuelta a la servilleta, que se queda ahora con las iniciales bordadas hacia abajo, y propinándole una nueva palmadit…
–A nadie, Clara ― la Navarrete corpulenta pero menos es, era, infinitamente más paciente. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Raulito…
– ¿Y qué le pasó?
–Bueno ― Gloria ―, nos contaron que le dio algo s la cabez…

–Ya – ya no da, dio, la Navarrete más vueltas a la servilleta y se contentó con ir presionando, con la uña, sobre cada uno de los picos de la puntilla ―; pero quiero saber qué.
–Una apoplejía, o embolia o…
–Antes ¡Antes! ― Y como muy impaciente contó todos los piquitos de la puntilla de un tirón.
–Pues que nunca fue niño.
Fue Sagrario, la primera vez que abría la boca en toda la tarde, quien lo dijo. Luego ladeó un poquito la cabeza y la volvió a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Nos enteramos, cuando el apenas medio centenar de supervivientes peinábamos ya canas y era por consiguiente imposible reparar el daño, de que jamás… ¡pero que nunca, eh!, había sido niño…
– ¡Caramba!
–O, al menos — la hermana —, no un niño como los demás…
Work type Literary: Other
Tags prosa, transgresiones

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Identifier 2404187682444
Entry date Apr 18, 2024, 12:59 PM UTC
License All rights reserved

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Author. Holder Ysolda. Date Apr 18, 2024.


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