About the work
https://valentina-lujan.es/T/Cementerios.pdf
Yo creo que solemos llamar “mal” a lo que nos disgusta; a lo que nos pone — sea de forma tangible o intangible, material o inmaterial, ante el cuerpo o ante el alma — la piedra en el camino que nos hace perder el paso acompasado que, una vez cogido el ritmo, damos como quien dice sin sentir.
En el bien me parece que se repara menos. Se le pasa más por alto sin necesidad de levantar el pie ni de perder el ritmo.
A lo mejor sirve para eso. Para recordarnos que estamos en un camino en el que nos conviene estar alertas.
Me acaba de venir a la cabeza el párrafo de una de las oraciones que, cuando era niña, canturreábamos (que no era propiamente cantar, solo un tonillo como de letanía) en la capilla del colegio al terminar el día y que rezaba “hermanas, sed sobrias y vigilad porque el diablo nuestro enemigo ronda a nuestro alrededor buscando a quién devorar”.
Y me parece que terminaba con “y, tú, Señor, apiádate de nosotras”.
Pero no sabría asegurarlo. Han pasado muchas décadas.
Ah. Y en las oraciones de la mañana había otro párrafo.
“Salido ya el astro del día roguemos a Dios con fervor que en las labores del día nos guarde de todo mal”
“Amén”
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En comentario al párrafo 17.27 del libro 49 respuestas a la aventura del pensamiento
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.