Si no te es ajeno el término fanart, es probable que el mundo de la ilustración sea una de tus pasiones o, incluso, que pongas en práctica esta forma de expresión artística. Y si has dado ese paso, también es previsible que te surjan dudas respecto a si las obras de fanart tienen derechos de autor, así que vamos a aclararlo.
Comencemos por contextualizar este tipo de obras. Son creaciones gráficas de los fans de películas, cómics, series o videojuegos populares con las que rinden tributo a personajes, escenarios u otros elementos de esas obras reinterpretándolas según su visión.
A efectos legales, estos trabajos artísticos se consideran obras derivadas de la original en la que se inspiran. Y la Ley de Propiedad Intelectual, en su artículo 21, deja claro que para transformar una obra ya existente hay que pedir permiso al titular de los derechos de la obra original. Incluso, en el caso de que la obra derivada se cree y se difunda sin ánimo de lucro.
Dicho esto, es habitual que los propietarios de los derechos, casi siempre grandes corporaciones como Walt Disney o Nintendo, se muestren permisivos con sus seguidores más entusiastas. El fanart les sirve para ampliar la comunidad y no suelen toman medidas a no ser que estos artistas cobren regalías por el uso de sus obras.
En todo caso, existen fórmulas para que los trabajos de fanart cumplan la ley. Una de ellas es desarrollarlos a partir de obras que han entrado en dominio público, que al no contar con protección, se pueden usar sin permiso del autor y sin contratar licencias. Otra solución es inspirarse en obras publicadas mediante licencias Creative Commons, eso sí, respetando con precisión los términos en los que sus autores permiten usarlas.
Y ahora presta atención porque aquí viene la respuesta a tus dudas. Según la ley, las obras derivadas son objeto de propiedad intelectual, por lo que podrás registrarlas para que gocen de protección por derechos de autor. No obstante, para evitar problemas con los titulares de los derechos de la obra original, asegúrate de que la reinterpretación esté dotada de creatividad suficiente y que no dañe la imagen o reputación del autor de la obra en la que te inspiras.