About the work
http://valentina-lujan.es/alicia/ysimiamigo.pdf
Y, si mi amigo se mostraba en verdad en desacuerdo y yo no lograba persuadirlo de que un personaje con el que no se había contado previamente podía representar un abanico (o un par de varillas, por lo menos) de posibilidades inesperadas susceptibles de proporcionar quién sería capaz de imaginar cuánto juego, me encontraría con que había introducido un elemento no del todo extraño (pues doña Isidora era – o, bueno, “sería” – sin duda una mujer corriente, con el cabello rubio un poco tal vez ensortijado y de mediana estatura) pero sí alta, muy altamente perturbador en el supuesto de que no fuese ni tan de mediana edad (o incluso de estatura) ni tan aficionada a la repostería ni (y eso sería lo peor de todo) tan, con su cabello largo y su desenvoltura, corriente exponiendo con profusión de detalles impropios del momento y del lugar vaya nadie a saber qué oscuros motivos para justificar – y ahí, delante de los niños, además – su del todo extemporánea irrupción en el ambiente sereno y apacible del cuartito de estar con cortinas de cretona a flores del piso (tercero interior sin ascensor) de los Ramírez; lo que vendría a complicar aún más las cosas creando una tensión que me sentía francamente poco preparado para sacar adelante ignorando, como ignoraba, cuál debería ser la reacción de la señora de Ramírez hijo si viniera a resultar que ésta (la vecina, quiero decir) fuese la amante de su esposo o ― puestos a complicarse un poco más la vida dada, según se empeñaba en afirmar mi madre aseverando que ya desde la cuna me mostré reticente a celebrar los cinco lobitos y que la primera sonrisa no apareció en mi cara hasta sobrepasada la edad de dos años, mi exagerada tendencia al pesimismo ― el fruto ilegítimo de los amores que el señor Ramírez padre mantuviera en su juventud con una bailarina de cabaret o, yéndonos un poco más al melodrama y a la vista de que como estábamos dando apenas los primeros pasos de nuestro proyecto era aventurado predecir si nos decantaríamos hacia la comedia o hacia la tragedia, con una muchacha feucha y apocada a la que engatusó con unos encantos (él) que me iba a resultar muy, muy difícil, imaginar y más aún describir sin más punto de apoyo que un apergaminado anciano con una mantita de cuadros escoceses sobre sus rodillas.
Mis temores resultaron (aquí encajaría muy bien un algo así como “por fortuna”) infundados porque a mi amigo le pareció una idea del todo fantástica; mas (aquí encajaría un algo así como “por desventura”) no me pude alegrar y celebrarlo como la ocasión merecía porque no contando con que él fuera a mostrarse favorable me pilló sin nada preparado ― imprevisión, ya lo sé, imperdonable ― con qué agasajar la llegada...
Versaciones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.