About the work
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y él se ríe cuando se lo digo y dice que no me cree; pero yo le digo que sí, y que se ha puesto en pie de un salto agarrando su bolso y apretándolo contra su pecho y que — una vez metido en faena, como suele decir mi madre, el comer y el rascar todo es empezar — con los gritos ha sobresaltado a una joven que, interrumpiendo bruscamente la conversación que entre susurros mantenía con el joven que la acompaña, se ha puesto de pie también ella de un salto derribando (sin querer) el vaso de refresco que tenía delante.
– Ah — dice él, en tono burlón mirándome con escepticismo —, nuestra joven amiga ha derribado un vaso de refresco.
– Sí — respondo —, sobre la mesa.
Y que sin atender a los ruegos del enamorado…
– ¿El joven que la acompaña está enamorado?
– ¡Pues claro!
– ¿De ella?
– ¿Y de quién, si no?
– Pues, no sé… — ahora mi amigo parece inseguro —; puede que la haya citado para decirle que no está seguro de sus sentimientos y prefiere romper su compromiso.
– ¿Y por qué habría de querer romper su compromiso? Además — pongo en su conocimiento — es una chica monísima ¿Quieres que te la describa?
– No. Puedo imaginármela yo solo — dice, en tono seco. Luego enciende otro cigarrillo y recita —: ha derribado el vaso de refresco que tenía delante sobre la mesa y, sin atender a los ruegos del enamorado…
Y se me queda mirando, inquisitivo.
– Sin atender a los ruegos del enamorado —reanudo — instándola a volver a su lado porque todo ha sido un estúpido malentendido por culpa, dice, de ese par de cretinos a los que alguien tenía que haber partido la cara hacía, según él, ya mucho tiempo — ha corrido despavorida hacia la puerta…
– Pero la chica no alcanza la puerta — apunta, taxativo mi amigo.
– ¿La chica no alcanza la puerta? — Objeto, molesto — ¿Y qué se lo impide?
– Se lo impide un tipo rechoncho, que parece un poco harto, con camisa de manga corta a cuadros y gorra de visera.
– ¿Lleva un arma?
– No, olvídate del arma; sólo se rasca con gesto cansino la entrepierna.
– Eso es ridículo.
– No sé si es ridículo pero ese tipo es, respondiendo a tu pregunta, exactamente lo que rascándose la entrepierna con una mano mientras con la otra se seca con un pañuelo el sudor de la frente se interpone entre la chica y la puerta.
– ¿Y por qué se interpone? — Pregunto.
– No lo sé todavía — responde, acariciándose ensimismado la barbilla —; no sé por qué se interpone, pero se planta delante de la chica, y se rasca la entrepierna con una mano mientras con la otra se seca con un pañuelo el sudor de la frente y, en tono paternal, amable, casi tierno, le dice “alto ahí, muñeca, no vayas tan aprisa”.
»– ¿No tan aprisa? — La chica, que parece irritada — ¿“Aprisa” cuando llevo semanas intentando salir de una maldita vez por esa jodida puerta?
» Se ha dejado caer, con aire abatido, sobre una silla cualquiera y, acodada sobre una mesa cualquiera, sujeta su cabeza entre las manos lamentándose de que no va a conseguirlo nunca y ella lo sabe; de que llegará a vieja y morirá sin haber logrado zafarse de no sabe qué maldición a la que parece irremisiblemente condenada…
»– Vamos; serénate un poquito, ¿quieres?
» Y se quita el hombre la gorra de visera, y la deposita sobre la mesa, y da a la chica unos golpecitos afectuosos en el hombro, y le pregunta...
Versaciones
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Code: | 2308215109302 |
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Date: | Aug 21 2023 19:03 UTC |
Author: | Felipe Ledesma |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.