About the work
https://valentina-lujan.es/alicia/innatoapre.pdf
en el que no me voy a detener porque como dice mi amigo ya tengo “con lo que te espera por delante tajo suficiente” como para poderme permitir el lujo de no tener que meterme (so pretexto tan socorrido siempre para el escritor como lo es el hurgar en los pasados de sus criaturas en busca de quién sabe qué viejas, emponzoñadas heridas sin cerrar que justifiquen caracteres conflictivos o aspectos, a veces tan detestables, de personalidades que no habiendo encontrado por el recto camino la manera de expresarse derivan, de manera inconsciente, hacia formas de proceder muy perniciosas) en filosofías y menos ahora, precisamente ahora que había logrado recordar y sin esfuerzo alguno tras largas semanas de infructuosa lucha, cuando regresaba anteayer en el autobús a media tarde de comprar unos útiles de bricolaje y, al mirar por la ventanilla, toparon por casualidad mis ojos con unos geranios color rosa que me obligaron a, sobresaltado, bajarme en la parada siguiente para tomar el metro e ir a regar los tiestos de mi tía ― que me había recomendado que no se me olvidase cuidárselos mientras hacía un pequeño crucero por las islas griegas ni poner, eso me lo recomendó sobremanera, su agua y su comida al periquito ― tras diez o doce días de irlo dejando ora y entre tantas preocupaciones, ¿verdad?, como todos tenemos por una cosa ora por otra pero con la tranquilidad de que, desconfiando de mi mala cabeza, el animal estaba en mi casa, en su jaula, perfectamente atendido con su cotidiana ración de semillas y su agua siempre fresca…
¿Por qué me había, en tal caso ― querría saber mi amigo, que se pone a veces muy exigente con los detalles; pero preferí imaginar que ya discurriría una razón irrefutable en cualquier otro momento en que estuviese menos excitado o, al menos, no tan inspirado como para no tener meridianamente claro que lo peor que podía hacer ante situación tan venturosa era perder la serenidad ― sobresaltado?
Las respuestas podrían ser múltiples y variadas, pero la que ganó frente a argumentos no menos fútiles que la en extremo peregrina idea de que mi tía ― mujer de temperamento adusto que jamás sintió el menor interés por visitar las islas griegas ― amase (por no entrar en pormenores ni caer en la tentación de ensañarnos dando cuenta de cuánto hubo de sufrir el buen hombre, que era un bendito aunque de escasos posibles pero la adoraba pese a que el abuelo lo había advertido “usted verá, pero tiene un temperamento horrible”, durante las cuatro décadas que se demoró Dios en llamarlo a su diestra) los periquitos fue, contra por un lado todo pronóstico y mi voluntad por otro, algo tan del todo extravagante como que ya tenía ― “¡Pero, coño! ¿Es que no lo ves?”, me gritó ― la solución al porqué de no poder terminar de encauzar lo que venía diciendo cuando, por cualesquiera de las diversas variopintas circunstancias aleatorias que pudiéranse por ventura o desventura terciar o por cualquier otra que no acertase yo a prever, alguien se había equivocado de mujer.
Traté por todos los medios de persuadirlo de que eso era impensable o, para expresarme con mayor precisión al objeto de disipar todas sus dudas, que tan sólo podía pensarse a modo de diver…
– ¡Divergencia! ― Me interrumpió, muy alterado ―: divergencia entre la realidad y la ficción ¿Pero qué importancia tiene eso pudiendo ser diver…
– Divertido; sí. Es justo lo que estaba tratando de decirte.
– Decirme, ¿qué? ¿Qué puedes decirme cuando sé de sobra que tu única tía padece ornitofobia? ¿Cuánto puede importar eso si…
– No sé, pero es cobalfobia.
– ¿Cobalfobia?
– Sí.
– ¿De veras?
– De veras.
– ¡No jodas! ― Y que es, dice entre carcajadas, para descojonarse de la risa pero que, recuperando la seriedad, puede ser divertido.
– Para mí, sí ― le digo ―; mientras lo pensaba y eso… Pero a la hora de, pues como que no lo veo.
Dice entonces que me deje de melindres...
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Había enviudado, pobre mujer, recientemente; y su psicólogo le había encarecido lo enormemente beneficioso que le resultaría cambiar de aires y ver cosas bonitas.
mientras regaba los tiestos, por ejemplo, o colgaba algún cuadro o reparaba un grifo con cualquiera de los utensilios que, ¡maldición!, había olvidado en el asiento de al lado, del autobús, con el sobresalto.
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Code: | 2308205093963 |
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Date: | Aug 20 2023 21:58 UTC |
Author: | Sergio Escalante |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.