About the work
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Pero cuando muy pocos días después volvimos a vernos lo encontré deprimido.
– ¿Qué te pasa? ― le dije, cerrando la carpeta y dejándola a un lado.
– Nada ― repuso ― ¿Qué quieres que me pase?
– Nada…
– ¡Pues a ver si es verdad! ― contestó, con un algo de sarcasmo y pidiendo “a ver esos malditos folios” que hoy, dijo, tengo poco tiempo que perder.
– No ― y para reforzar mi negativa, recuerdo, coloqué sobre la carpeta el paquete de tabaco y el mechero ―; si no estás de humor será mej…
– ¿Vas a empezar de nuevo? ― inquirió. Y parecía francamente molesto.
– No. Bueno… ― titubeé ―; quiero decir “no sé”. Mi intención era seguir porque, como la otra tarde parecías satisfech…
– ¿Y cuánto puede importar eso?
– Pues mucho. Después de todo tú eres el escritor, el que sabe de esto; y yo había pensado que si estabas content…
– ¡Y dale conmigo!
– Vale, vale… Hoy no estás de humor; es por eso que…
– ¿Te querrás olvidar de mi humor? ― inquiere ― ¿Te podrás olvidar de mi jodido humor y entrar en materia de una maldita vez y en serio?
– Sí, pero otro día; otro día que te encuentres en mejor predisposi…
– ¡A mi predisposición que la zurzan! ¿Te enteras?
– De acuerdo…
– “De acuerdo”, no ― rebate ―. Lo dices con desgana, sin entusiasmo, sin prestar atención a lo que si de verdad estás dispuesto a colaborar debe ocuparte…
– ¡“Si de verdad estas dispuesto a colaborar”! ― y me siento dolido, casi menospreciado ― Sabes de sobra, y a la vista está ― aparto el tabaco y el mechero; abro la carpeta y doy un palmetazo sobre los folios ― que estoy poniendo toda mi mejor voluntad en esto…
– No, si sí ― admite, aunque como que a regañadientes ―; buenísima a lo mejor lo es, pero tan débil, tan irresoluta, tan huidiza y timorata…
– ¡Hiriente! ― lo corto, cerrando la carpeta de nuevo y volviendo a poner sobre ella el tabaco y el mechero ― Hiriente y ofensivo, estás también.
No contesta. Se queda un rato en silencio, con la cabeza entre las manos. Luego se endereza, pide a la camarera un café “por favor doble”, tabalea sobre el tablero, infla los carrillos y sopla emitiendo una especie de brrr o algo así, se rasca la frente y dice verás…
– Verás… ― dice.
Pero se para para, entornando un ojo, preguntar si voy a ser capaz de comprenderlo.
Le contesto que lo intentaré y él dice de acuerdo y que pues entonces deje de marear la perdiz, y de ocuparme de él garabateando si está de tal humor o de tal otro, y de poner en su boca cosas que él me ha dicho que ― le parece a él y si no, me sugiere, tómate la molestia de pararte a pensarlas un poco y que ya veré cómo chirrían ― quedarían bastante mejor si me las llamase yo mismo.
– ¿Como qué, por ejemplo? ― le pregunto.
– Como que eres un escritor de mierda ― dice.
– ¿Ah; si?
– Si: “Un escritor de mierda”, dije.
– Vale; ya me he enterado… ¿Y?
– Pues que no me gusta…
– ¿Y qué es lo que quieres que yo haga?
Se encoge de hombros y dice que él qué sabe; que si es que me lo tiene que dar todo resuelto y masticado; y que piense algo, una formula
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Que tiempo de sobra tendré por las mañanas, en el ministerio, sin otra cosa que me pueda distraer mas que “tus aburridos expedientes” – dice ―, de discurrir un diálogo con el que plasmar negro sobre blanco “si es que te quieres mantener en la idea de que discutamos por tal o por cual nombre para Camelia” nuestros desacuerdos. Pero que con uno o con otro lo que...
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Code: | 2308195085917 |
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Date: | Aug 19 2023 14:08 UTC |
Author: | Felipe Ledesma |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.