About the work
https://valentina-lujan.es/alicia/converconlola.pdf
– Lola, ¿por qué me hace esas cosas?
– Susi.
– Perdone.
Y colgué el teléfono.
Sonó el teléfono.
– Dígame — Contesté.
– Comida japonesa.
– ¿Qué comida jap…
– Lo de la balda de arriba, la bandejita envuelta en albal.
– Lola, no me refiero a eso.
– Pues lo otro, en la de más abajo, son croquetas listas para freír que se las haré mañana porque se le iban a poner muy revenidas.
– Lola, que no es eso…
– Pues natillas, en la tercera, en el bolcito de duralex.
– No. Lola…
– Pues yo no le he hecho nada más.
– ¿Nada más en cinco horas?
– Cuatro horas y tres cuartos.
– ¿Y por qué cua…
– Porque he llegado a y diez, ya se lo dije, y me he marchado a menos cinco por lo del cuarto de hora de ayer ¿No ha leído el post-it?
– A eso iba…
– Pues hala, vaya, que yo no tengo prisa… Ah, y la palabra en francés ya me he acordado yo sola, es “madame”.
– ¿Quién?
– La de la ventana de enfrente, con nombre de flor.
– ¿Camelia?
– No, de las Teáceas, no. No la del arbusto perennifolio que no huele a nada. La otra.
– No sé, Lola. No caigo.
– ¿Por la ventana del patio no?
– No la entiendo, Lola.
– No hay que entenderla, sólo aceptar que en el mundo somos muchos y tiene que haber de todo. Usted es que es muy puritano y perdone…
– Ah, se refiere a doña…
– Esa, esa, si la tengo en la punta de la lengua. Mucho más bajita que la otra pero blanca siempre; símbolo de la pureza.
– ¿De la pureza?
– Vamos, no sea cuadriculado. Puede tener un corazón de oro.
– Está bien. Dejemos eso y volvamos a…
– Oiga, pero… En su casa no había teléfono inalámbrico.
– No lo hay, ¿por qué cambia de tema?
– Porque como iba usted a leer la nota y noto que ya la ha leído.
– Lola, por favor, que no es… — Respiré hondo y opté por empezar de nuevo —: ¿Por qué me hace esas cosas, Lola?
– ¡Pero si ya hemos discutido porque no hice nada más! Aunque, ah, sí, ahora que me acuerdo contesté el teléfono, dos veces…
– ¿Y?
– La primera era de esa compañía de teléfonos tan pesada…
– ¿Y usted que le dijo?
– Que soy la asistenta. Ya sé que es lo que dicen todas las señoras, pero no siempre va una a estar ocurrente. Y luego su tía, la de los gemelos.
– A, sí, los primitos…
– No, no de la Rebolledo; de la camisa esa que se puso el otro día porque quería causar buena impresión.
– ¿Y qué quería?
– Nada. Es muy lógico el ir bien presentado cuando se quiere causar buena imp…
– Digo ella.
– Ah, ella se había equivocado, llamaba a otro sobrino; y que a usted no valía la pena llamarlo tan temprano porque estaría durmiendo como los escritores son todos unos crápulas y un hatajo vagos. Literal.
– Por cierto, ahora que ha sacado usted el tema de mi profesión, ¿querría explicarme…
– ¿Por qué lo dijo; quiere que yo le explique por qué ella dijo eso?
– No, Lola…
– Ah, pero si no me importa. Dijo que es usted un desastre y un zángano; y también que un presuntuoso porque que quién lo mandaba a usted meterse a abogado…
– ¿Abogado yo?
– Déjeme seguir. “¿Abogado el señorito?”, le dije yo. Y ella dijo que “abogado ese inútil, sí”. Y que ella, tonta de ella, por secundarlo y darle ánimos se pateó toda la ciudad para comprárselo…
– ¿Comprarse qué?
– A usted, los gemelos, para que cuando fuera a visitar a su cliente le inspirase confianza ¿Por qué si no habría yo de saber lo de los gemelos ni lo de la cadena…
– ¿Cadena también, de oro?
– No; perpetua, de ella. Aunque también se podía estar refiriendo a la del perro.
– No tengo ninguna tía con perro.
– Su cliente, clienta... Su clienta tenía perro y luego, es lo último que supo su tía, estaba atada de pies y manos… ¿no le parece excesivo?
– No sé, porque como no estoy entendiendo nada.
– Su tía tampoco, dice, pero que así fueron las cosas y que usted se colocó la toga y las chorreras con mucho desparpajo…
– Pero, Lola, si yo en mi vida he sido abogado…
– El caso es, quiera usted reconocerlo o no lo quiera, que usted estaba dispuesto a dejarse la piel por sacarla de...
Versaciones
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Code: | 2308155068745 |
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Date: | Aug 15 2023 22:56 UTC |
Author: | Sergio Escalante |
License: | All rights reserved |
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.