About the work
https://valentina-lujan.es/S/saboresdeamiel.pdf
Apenas si les llegaban a los ojos los lamentos y a los labios los colores de las voces que elevadas a pedestales oyeron desde lejos y hasta entonces antes nunca descubiertos sabores de a miel y a trufas ni rigores de completas horas rezadas a sombras de candiles en alcobas de reverendas augustas recogidas a sus solas y en sus quehaceres inmersas.
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Llegaban sí desde el rosa concurrencias de alebrores que pálidos, desabridos, no hallaban punto ni hora ni remanso ni resquicio por donde salir airosos del encierro tan oscuro, tan estrecho y tan remoto, en que habitaron proscritos por no entrar en pormenores de paladares angostos ni de visiones asíncronas ni de enmiendas, tan latosas.
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Y a la zaga de estertores comprimidos en baldones de farfullas o ambiciosos colofones de alumbrados calambures que omniscientes o encumbrados a farándulas emergen entre entretelas de entramados impensables o abundancias deficientes, comulgan, estremecidos, entresueños mal dormidos desde el ocaso hasta el alba.
22 de mayo de 2017
Silogismos
Poesía
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.