About the work
https://valentina-lujan.es/alicia/atentarsinmot.pdf
contra la honorabilidad de Sonia; aunque a mi amigo no le confié este pequeño pormenor bien por no manchar la memoria de Camelia o, posibilidad que me entristecía sobremanera admitir, porque abordar la empresa de estructurar una historia coherente con su planteamiento, su nudo, su desenlace y su epílogo, se me antojase una tarea demasiado ardua, excesivamente laboriosa para alguien tan poco instruido como yo, que tendría, quién sabe, si que ponerme a estudiar psicología para dar a cada personaje su forma particular de ser sin que incurriese, el personaje, en contradicciones o conflictos consigo mismo que lo pondrían un poquito desquiciado cuando yo, tenía que reconocerlo y sigo reconociéndolo, he sido siempre poco aficionado al estudio y, además, nunca he conocido a personaje alguno desquiciado — porque mi madre, que podría servir, no cuenta porque cuando se leyese por encima del hombro se pondría hecha un basilisco y montaría un drama tremendo clamando y exclamando a los cuatro vientos que si soy un mal hijo desagradecido y que “si tu padre levantara la cabeza”, que la conozco — y no acertaría a dar con los comportamientos (que deberían de ser, entiendo, más bien disparatados) que aplicarle ni a encontrar los motivos lógicos, o sensatos, que dieran lugar a tales comportamientos.
A esto último objetó Lola, cuando se lo comenté mientras se afanaba ella en hacer una maleta — y que se lo comenté, también, “no sé qué hace usted Lola haciendo una maleta”, a lo que, enfrascada como estaba en lo suyo, respondió “pues una maleta, ¿es que no lo ve?” —, que encontrar motivos sensatos o lógicos para comportamientos disparatados era del todo absurdo, o, si yo lo prefería, “una contradicción”, dijo, y que luego, mientras yo no estuviese y ella tuviese por lo tanto más tiempo que dedicar a revisar los escritos y hacerme las correcciones pertinentes, ya vería con calma qué y cómo quedaba mejor redactado y más literari…
− Pero es que, Lola — le interrumpí, mirando con aprensión como colocaba en la maleta unas bermudas con barquitos y un anorak que saltaba a la vista que debía de abrigar mucho —, no entiendo eso de que cuando yo no esté; ni, puestos a abundar, el porqué de esa maleta tan… ¿puedo escribir “disparatada” otra vez, o queda demasiado cerca de los “disparatados” anteriores.
− Escriba lo que quiera, que ya le he dicho que yo lo arreglaré. Y, sí, un poco disparatada puede que sea; pero es que yo ni conozco Australia ni sé cuánto tiempo va a estar usted allí; imagínese que está un año enter…
− ¿Un año yo en Australia?
− Pues claro.
− Lola, debe usted de estar estresada, o algo, porque dice usted unas cosas… ¿No le convendría, tal vez, tomarse unas vacaciones y marcharse, un par de semanas, con su hermana a ese chalecito que tienen en la montaña?
− No pretenda liarme — protestó, metiendo en la maleta una raqueta de tenis y una gorra, de esas que llevan los que montan a caballo —; sé perfectamente que no tengo ninguna hermana ni ningún chalecito en ninguna montaña.
− Si a eso vamos — repliqué — también yo sé, y también perfectamente, que no sé jugar al tenis, y de montar a caballo ni hablem…
− Ya — me cortó impaciente — pero yo soy una mujer sencilla, un poco ignorante si usted quiere y bastante poco viajada, la verdad…
− Lola, por Dios, ¿cómo se le puede pasar por la cabeza ni por un instante que pueda yo querer que sea usted ignorante?
− Pues aunque usted no quiera, lo soy y qué le vamos a hacer; pero también lo bastante previsora como para suponer que, a lo mejor, un cambio tan grande de vida puede inducirlo a un cambio de aficiones y de costumbres, así que, por eso…
− ¿Qué cambio de vida?
− En Australia. Y no me agote la paciencia que estoy muy atareada.
− Y dale con Australia ¿Qué se me ha perdido a mí en Australia?
− A usted nada, sí. Pero ella, pobrecita, sí que se perdería allí sola y con la cabeza tan…, pues, eso, perdida.
− ¿Qué cabeza? ¿Quién es “ella”?
− Celedonia. Acuérdese de que la perdió, al poco tiempo, creo recordar, de que el marido rompiese a hablar.
− Ah, bueno; pero eso fue una ocurrencia puramente accidental, me había atascado, no sabía cómo seguir, y, por salir del paso…
− Pues ella, pobre mujer, se lo tomó al pie de la letra y, allá que se va, sin rechistar siquiera. Debió de pensar que cómo desobedecer los designios de su creador.
− ¿Su creador? ¿Yo el creador de Celedonia?
− No pretenda sacudirse las pulgas, que decía mi padre, ni eludir su responsabilidad. El escritor es, siempre, el Dios creador de sus personajes y debe acompañarlos siempre, llevarlos de la mano, vayan donde vayan. Así que…
Versaciones
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Code: | 2308085005001 |
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Date: | Aug 8 2023 14:53 UTC |
Author: | Sergio Escalante |
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.