About the work
http://valentina-lujan.es/m/moradas.pdf
En el extremo de las moradas interiores había monjas de ojos saltones que profanaban la clausura de los festejos conmemorativos del centenario de la fundación de la orden que, llegada por correo certificado y con el sello de “urgente”, no daba lugar a interpretaciones caprichosas ni malintencionadas en lo referente a que, bajo ningún concepto, estaba permitido a la feligresía el acudir a presenciar las ejecuciones de obras musicales o pictóricas llevadas a cabo por los aficionados a embadurnar lienzos y tocar ahora pitos y acto seguido flautas sin poseer los más elementales conocimientos artísticos ni verse, aunque fuera nada más desde muy lejos, adornados del menor sentido estético.
Ellas, pobrecillas, se esforzaban con denuedo por deslucir los actos de inhabilitación de los que reuniendo todos los requisitos necesarios para ser quienes dieran lustre y brillo al gozoso evento contemplaban ahora, desolados, cómo se los ninguneaba para en su lugar, en cada uno de los lugares que por orden de inscripción se les había asignado, colocar a unos desconocidos que sin arraigo alguno en el lugar ni respeto a sus ancestrales costumbres iban a ser los agasajados y aplaudidos porque, ya se sabía ― o debería saberse al cabo de un siglo de monserga machacona ― y ni ellas aun en su inocencia podían ignorarlo una vez fracasadas las gestiones llevadas a cabo por la superiora ante los organismos pertinentes con el fin de que en atención a sus votos quedaran eximidas de tamaña indignidad, la gente es muy voluble y sus convicciones tan endebles que salvo con muy raras excepciones se dejaría engatusar por lo que alguien, con toda sencillez y un hilo de voz sedoso y azulado, sin darse la menor importancia, denominó cantos de sirena ‟que nos arrastrarán, ya lo veréis, hacia los acantilados del desastre” levantando, con el mismo donaire y no menor soltura de la pertinente para elevar una nube de espuma, la moral de los que, tentados en un momento de darlo todo por perdido, sentían resurgir el espíritu combativo que, en otro momento aún por determinar ― pero aquello ya era algo y las monjas bien podían aprovechar el impasse para retirarse a orar o a ingerir un frugal refrigerio mientras los estudiosos, provistos de los más sofisticados artilugios de cálculo, se aprestaban febriles a echar cuentas ―, alentara en los habitantes de las otras moradas, las exteriores; espíritu que ‟los de aquí ― precisó un hilo de otra voz algo más recio y azul ahora muy oscuro ― habíamos sabido ganar para nuestra causa y no íbamos a permitir que una panda de advenedizos nos arrancase ni de las manos ni de nuestras almas”.
26 de septiembre de 2010
Deliquios
Prosa
Registered at Safe Creative
Code: | 1012308164789 |
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Date: | Dec 30 2010 14:33 UTC |
Author: | Afrodita |
License: | All rights reserved |
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.