About the work
http://valentina-lujan.es/R/yqueunavezeci.pdf y que una vez decidida a, como ya hiciera con el tema que preferí zanjar ― en parte porque era una ocasión pintiparada para comprar uno con grill, mucho más práctico ― no haciendo la reclamación pertinente ante la empresa responsable ni preguntas al hombre del camión persuadida de que se escudarían uno en la otra y viceversa para al remate no darme una solución satisfactoria, dejar correr el tiempo y no fregar de momento los cacharros me senté en el suelo y me puse a fumar tranquilamente. No voy a asegurar que lo haya dicho con estas mismas palabras, pero sí que lo he dicho. Tampoco voy a asegurar que fueran, aquella misma tarde y aquel mismo lugar, el sitio y el momento en que me apresté con ánimo resuelto ― creo recordar que me sentía somnolienta y que los canelones me estaban dando sed ― a inspeccionar el contenido de la caja. Afirmo sin embargo que vaciarla por completo sí que la vacié porque ― tengo la escena muy clara en mi memoria ― sonó el teléfono y pensé “maldita sea, esto va a ser que esta gente se ha dado cuenta del error” y, por ir ganando tiempo, volví a llenarla apresuradamente antes de contestar para que, luego ― que es por lo que digo que tengo una imagen tan nítida de los hechos ―, resultase que la llamada era para informarme de que me había tocado un viaje con todos los gastos pagados a las islas Caimán. Me sobresalté y quise explicarle a aquella voz que yo no había participado en ningún concurso; pero a mi “¡oh!” inicial al que la joven ― porque era una voz de mujer joven ― replicó con un “¿no es maravilloso?” vino a sumarse que mi intento de contestar que sí pero que “pero” lo entendió ella como un muy comprensible ― es perfectamente natural, dijo, bajo los efectos de tan grata sorpresa ― no saber encontrar las palabras para saber expresar mi alegría que yo, incapaz en verdad de encontrar las adecuadas cuando me asalta la sospecha de que quien me escucha anda más atento a cumplir su cometido que a atenderme, rebatí argumentando sin demasiada lógica que lo que me pasaba era que, con tanto sueño y tanta sed como tenía, me daba una pereza espantosa encararme otra vez con los pap… - Papúes, no ― ella, muy cargada de amabilidad y de paciencia ―: Islas Caimán. -Tengo la sensación ― balbucí ― de que no estamos hablando de lo mismo. - ¡Es justo ― dejó escapar una carcajada muy cordial ― lo que le estoy diciendo yo! Y, alentada por haber encontrado un punto de entendimiento, me animé a sincerarme y confesar que no veía tanta diferencia… - ¿No, entre el Caribe y el Pacífico? - No, la verdad ― ya que estábamos en la misma onda ―, si quiere que le diga; ni me importa tanto… - Es, desde luego ― se avino, algo reacia ―, una apreciación un tanto personal… - …gratinar ― aun no dejando de admitir, quise puntualizar como la notaba molesta, que su punto de vista puede ser diferente ― o no gratinar. Etiqueta: Papeles Categoría: Telas de araña
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.