De amor y de entropía
Alicia Bermúdez Merino
Madrid - Spain
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https://valentina-lujan.es/D/deamorydentrop.pdf Hubiera, por qué no, podido muy bien asaltarme hallándome ocupada en cambiar el agua a los gladiolos, (que no tenía), del jarrón chino de la dinastía Ming (que tampoco poseo) colocado sobre la cómoda Luis XV (que no es mí cómoda) del salón azul (que haberlo lo habrá, pero en mi casa no está). Pero, por las razones que fuere ― o, bueno, “que fuere”; que qué ‟que fuere” cuando las hay, y bastante determinantes por cierto, en los hecho que vengo de enumerar consistentes (como he dicho) en que ni tenía gladiolos, ni jarrón chino, ni cómoda Luis XV (o de cualquier otro número) ni salón azul ―, hubo de conformarse, o ingeniárselas, para asaltarme cuando, de pie yo en la cocina, apoyada en la encimera, me acercaba a los labios un vaso normal, de cristal corriente, comprado en un chino (de los de sin Ming), que contenía el zumo de dos naranjas que terminaba de exprimir. Debía, considero ahora, al escribirlo, de ser una pregunta voluntariosa u obstinada que con tal de encontrar un resquicio por donde colarse se avino a renunciar a lujo o a glamur; o quizás, y que también puede ser, muy humilde (sencilla), o apañadita ella, de recursos, de esas que con cualquier cosita se las arreglan para salirse con la suya y plantearse aunque sea (y como fue el caso) con la zapatilla a rastras y la legaña aún puesta; y que por eso me asaltó en momento y gesto tan de la vida cotidiana como son los que acompañan al beberse por la mañana (legaña y zapatilla a tono) un zumo de naranja. Que me lo estaba llevando a los labios, recuerdo, y (ella) que qué si (por las razones que fuese) el vaso se me cayese de las manos y fuera a estrellarse contra el suelo. Y que si (que es a lo que ella iba, y que la vi venir), si no fuera por causa de la ley de la Naturaleza que se llama Entropía y que consiste en que todo en ella (la Naturaleza) tiende a y busca el desorden, el vaso no se rompería al estrellarse contra el suelo y el zumo no se desparramaría. Me contesté, o bueno, a ella, que no; que si no fuese por la ley de la Entropía tal cosa no sucedería ―aunque ello conllevase, pero qué le vamos a hacer, hay en tantas cosas daños colaterales, la ruina tanto para los comerciantes chinos como para los fabricantes de cristalerías ―, y que el vaso saldría incólume y el zumo indemne. Aunque sé que se lo dije utilizando palabras, digamos, menos cursis; pero grosso modo y en líneas generales ese fue el meollo de lo que muy bien hubiera podido quedarse en lo que viene llamándose un corto diálogo. La cosa, empero y sin embargo, se lió y complicó de tal manera que terminamos departiendo largo y tendido ―bebido ya el zumo y ella persiguiéndome mientras hacía mis abluciones y mi cama, y nos quitábamos la respectivas legañas, y me vestía (yo) y caminaba a la parada del autobús, y me subía, y luego me bajaba, y… ― acerca de si ocurrirá igual que con el vaso y el zumo con todas las cosas de la vida como, por ejemplo (y no sé si la ocurrencia fue suya o fue mía), la amistad y el amor; y de si se romperían porque, llevados de la tendencia al desorden que rige en la Naturaleza, amor y amistad buscan zafarse del orden que les impone el ser vínculo excluyente de cualquier otro ser que no sea el ser objeto de amistad o el ser amado. Y de sí, por la misma ley que no permite que el cubito que se volvió charco de agua vuelva naturalmente a ser cubito, ni amor ni amistad pueden volver a su ser, ni a sus seres amados que les dieron su forma y que los contuvieron o albergaron, ni a ser ya nunca más el amor o la amistad que algún día fueron. 18 de octubre de 2018 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa

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Code: 2304164062378
Date: Apr 16 2023 17:42 UTC
Author: Valentina Luján
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Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.

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