En el mismo instante en que abrió la puerta, Derek escuchó el apacible sonido que provenía de la ducha y una sonrisa ladeada asomó a sus labios. Se acercó en silencio y se apoyó en el marco de la puerta, contemplando embelesado la belleza etérea del delicado cuerpo femenino. Sin que Dhiana se percatara de su presencia, acortó la distancia que los separaba y no pudo reprimir el impulso de acariciar su espalda con suavidad, siguiendo el rastro de una gota perezosa. Ella alzó la cabeza entre sorprendida y asustada y se giró con rapidez.