About the work
https://valentina-lujan.es/Q/version2.pdf
La respuesta
a quiénes somos — naturalmente, o qué otra pregunta podríamos hacernos y aun sabiendo que nunca daríamos con la respuesta certera, incontestable y completa — no parece, en un principio, que pueda resultar problemática puesto que no tiene uno (o una, o un hatajo, o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes) más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as...
No, mira, ahí nos hemos equivocado, pero en un alarde de humildad y de saber no ocultar nuestros errores lo vamos a dejar como está y seguir, como si tal cosa y como si no nos hubiéramos dado cuenta de que eso no es del todo verdad aunque saltándonos - eso sí - las obviedades que todos damos por sentadas en lo que concierne a nuestros semejantes que, como si vamos al diccionario de sinónimos encontraremos que son "similares", o - eso también - "parecidos/as", a nosotros/as mismos/as, ¿no?, que es de quienes estamos hablando si no hemos perdido el hilo…
¿O sí lo hemos perdido?
El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― ¡una cosa tan corriente!; tan corriente y tan casi una veintena de veces mencionada por, por lo menos y dando cada cual su propia versión de los hechos, la tía Esmeralda, la de Cremades, Teresita Ledesma, el presentador de un programa de televisión, Sonsoles, Nufñre, Amada, Uhlkthñ, Valentina Luján, Violeta Tobar, Fulgencio Caminero, doña Gardenia, las Carvajal, Begoña Parrado, la Antúnez, don Gabriel, don Apuleyo, o, si no estamos olvidando o saltándonos sin querer a nadie, aquella Brigidina a quién la más arriba mencionada Violeta Tobar adjudicó (fuera de concurso, sí, pero ahí estaba) el papel que tantos otros y otras y cada cual con nombres de su propia fantasía dieran a otras tantas mamás ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad.
Y porque sería grave — perderlo, el hilo, que del sentido común esperamos haber dejado claro qué se puede esperar — vamos a conservar, aquí (aquí mismo y a modo de pista para poderlo recuperar si es que alguna vez se hiciera necesario), algunas de las frases y algunos de los nombres de quienes {buscando ya fuese un destornillador, o una pinza de la ropa, o una cajita de rapé, o una mano de almirez, o una barra de labios o (incluso y por buscar algo sensato) una biela para cigüeñal de motor de combustión que quién puede no precisar en cualquier momento de cualquiera de las vidas cotidianas más vulgares y corrientes siendo, como salta a la vista que sin duda es, artículo de muy primerísima necesidad} las pronunciaron y que son, y sólo por ejemplo:
…la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Navarrete ― que pero bueno eso es muy elástico.
–Ea ― doña Gloria ―, no.
–¿Pero ¿cómo ― la Navarrete ― que ea, no?
–Lo que ella está queriendo decir ― la Navarrete corpulenta también pero algo menos ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que…
–Pues Raulito.
–¿A quién conoce Raulito?
–A nadie, Clara. Nosotros, todos, conocimos a Raulito…
–¿Y qué le pasó?
–Bueno, nos contaron que le dio una apoplejía o embolia o…
–Ya – ya no da, dio, la Navarrete más vueltas a la servilleta y se contentó con ir presionando, con la uña, sobre cada uno de los picos de la puntilla ―; pero, antes ¡Antes!
–Pues que nunca fue niño — Sagrario —¡Pero que nunca, eh! O, al menos, no un niño como los demás con sus siete años y sus ocho y sus nueve y, bueno, en fin, toda una infancia en condiciones que por negligencia o un despiste, o las prisas, a nadie se le ocurrió.
–¡Caramba!
Y que si bueno, pues a ver si es que ― Hubo Quien —ya nadie se va a acordar del nieto de doña Patrocinio, la soprano…
–¿Quién?
–¡Mamá, Gaspar, mamá!
–Ah – sordo como una tapia —, Josefina, con algunas salvedades como cuando a su abuelo le concedieron aquella cruz de san Fernando, tan laureada.
–Y es que, para ser lo que ella era hacía falta no sólo ser la mejor, que eran requisito imprescindible, sino, además, tener muchos, pero que muchísimos arrestos y un carácter y un temperamento que, como muy bien dijese Cristián González, ojito al parche o acordaros de cuando…
–Y por supuesto que nos acordamos, en seguida y con unanimidad de aquella multitud heterogénea, abigarrada, que escuchaba absorta y boquiabierta el relato pormenorizado que aquella tarde le había tocado hacer a Elisa la de los mojicones de cómo mamá, con sus pies tan pequeños firmemente asentados sobre...
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.