About the work
https://valentina-lujan.es/Cajabombones/quesloquesiempresedice.pdf
Que es lo que siempre se dice de quien ha cometido algún acto terrible.
Eso me tranquiliza, un poco, con respecto a mí misma. Soy demasiado grosera y malcriada, y toda la fuerza se me va por la boca en forma de tacos y maldiciones y exabruptos; de manera que ya no me quedan arrestos ni ánimos para, por muy irritada o furiosa que esté, hacer alguna barbaridad.
Pero sí me gustaría muchas veces, ya que matar a las personas que odio corresponde nada más al mundo de la fantasía – ese típico que quién no ha pronunciado alguna vez es que lo mataría –, que los cretinos y despreciables sufrieran daño, accidentes terribles o amputaciones con grandes dolores físicos y enfermedades muy malas que los hicieran retorcerse y lanzar alaridos. Dolores físicos porque ese tipo de gentuza no entiende de ningún otro sufrimiento que el localizado en algún lugar de sus cuerpos mezquinos; si les dijeses que tienen alma te contestarían, entre bramido y bramido, que de qué coño les estás hablando.
El portero del 122, por ejemplo.
Un día levantó Sánchez la pata delante de su puerta y, cuando terminamos de dar la vuelta a la manzana y llegué a casa, la cerradura estaba taponada con caca que, quiero pensar, era de perro.
Bajé inmediatamente a preguntar al portero mío, un ser simple hasta extremos insospechados, quién había subido a mi casa. Me respondió con toda sencillez que, bueno, el portero del 122 vino preguntando dónde vivía usted.
Le rogué encarecidamente, y cargadísima de ira, que nunca más explicase dónde vivo al primero que venga preguntando por esa señora del cocker de tal y tal manera porque, le dije, un día a ese paso me puedo encontrar en mi puerta a un sacamantecas.
Y no le dije pedazo de imbécil porque a veces, pocas, sé contenerme.
Pero al otro, al del 122, le deseé y le sigo deseando todos los males del mundo. A veces fantaseo que, paseando a mi perro, da la casualidad que me lo encuentro despatarrado en la acera – me gusta pensar que con la espalda rota, porque se haya caído, por ejemplo, de una escalera limpiando algo, algún cristal alto de la puerta o qué sé yo –, y yo sigo mi camino tan feliz, como si no pasase nada. Y el muy hijo de la gran, ahí, jodido.
Pero no sucederá.
Nunca fui una persona con suerte.
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.