About the work
https://valentina-lujan.es/Cajabombones/peroyonolocreo.pdf
A la gente le suele enorgullecer el relacionarse con personas célebres, o que personas conocidas sean sus amigos; alardear, aunque sea, de haber compartido un café con Hitler, por poner por caso, o haberle vendido el pan al estrangulador de…creo que Boston.
"Oh, sí, ponía dos terrones y una nubecita de leche templada o venía, sí, cada mañana y se llevaba una barrita de Viena. Hablaba poco y parecía muy educado".
Eres una buena persona, pero anónima, y nadie se enorgullecerá jamás de ti.
Es así.
No haces daño a nadie, pero como nadie lo sabe nadie alabará tu falta de maldad.
Das de comer a gatos callejeros, y alguien te increpará para informarte de que lo que te estás gastando en gatos lo debieras de gastar en niños huérfanos. Nadie te increpará por no dar de comer a niños huérfanos si te encuentra en el cine, o en la peluquería, o comprando ropa o libros o zapatos; yo al menos nunca he visto que nadie diga "señora, eso se lo tendría usted que gastar en otras cosas, que hay mucha hambre en el mundo"; pero cuando estás dando de comer a los gatos sí te lo dicen.
Doy de comer a los gatos porque quiero a los gatos y, lo que es por mí, al común de los mortales ya los puede ir partiendo un rayo.
No. Jamás me tomaría por las personas el trabajo y el esfuerzo que me tomo por los gatos.
Las personas, igual que yo, están en un mundo como el mío; y tienen sus prioridades, y sus preferencias, y su escala de valores, y su egoísmo y su ambición y su mezquindad y las mil y una forma que cada cual maquina para satisfacer sus más o menos bajas pasiones, y para encubrir sus miedos y para disimular sus defectos y errores. O justificarlos.
Yo no tengo nada por qué velar ni de qué ocultarme; ni por qué disimular mi aversión hacia el género humano.
Yo estoy completamente sola en el mundo y nada de mí le importa a nadie y voy cada noche, cuando ya es muy tarde, a poner su comida a los gatos; asustada siempre de encontrar alguno atropellado, en la calle Velázquez, o que alguno, de los pequeños, esté maullando o llorando en algún lugar donde yo no pueda recogerlo por no poder entrar o saltar la valla de los curas, por ejemplo, y, aunque la saltase, de noche no podría ver nada.
Me lo he preguntado muchas veces, el por qué de esa pasión enfermiza por los gatos.
Me sobrecogen sus miradas brillantes y su aspecto de indiferencia, su parecer no preocuparles nada. Sé que son animales y que, naturalmente, no tienen la inteligencia de los humanos para poder albergar preocupación alguna; pero tienen, al mismo tiempo, ese no sé qué tan desolado, solitario, que me hace imaginar que un montón de peligros pueden estar amenazándolos.
Las personas, con nuestra capacidad de proyectar y hacer planes podemos, aunque nos equivoquemos, fantasear que sabremos esquivar los peligros que nos acechen y si un mal, o un dolor o un daño, es inevitable nos quedará el refugio de tratar de entenderlo, de darnos a nosotros mismos una explicación de por qué tuvimos mala suerte o las cosas salieron de forma que nos perjudicaron. Podemos, además, sentir rencor, o pena, o soledad o desesperación y esa ya es una forma de rebelarse, de no dejarse maltratar nada más porque sí. El tener la capacidad de elucubrar o suponer o discurrir aunque a veces lo hagamos muy mal da el poquito de fuerza necesaria para no sufrir del todo, en la creencia de que la comprensión de los porqués atenuará, algo, el sufrimiento.
A veces pienso si me estaré volviendo loca, poco a poco, pero otras pienso que no; porque me doy cuenta de todo.
Soy consciente de que tengo manías, y en ocasiones pensamientos muy lóbregos, y de que soy muy pesimista, y de que no creo en nadie; pero eso también le pasa a otras personas. Pero trastornada de la cabeza sé que no estoy, porque me doy perfectamente cuenta de las cosas; de qué pienso y qué siento y qué hago aunque otros pudieran considerar que hago extravagancias.
Cantidad de gente hace extravagancias y realiza gestos y actos que a otros pueden parecer ridículos y se dicen a sí mismos o a los demás “eso yo jamás lo haría”; pero para ellos son sensatos o normales porque se adecuan, por extraños que resulten, a qué ellos mismos han elegido.
A mí incluso me parece que hay personas muy bien comprendidas por la sociedad que tienen comportamientos mucho más alarmantes que los míos; no cometen la excentricidad de andar por las calles buscando gatos, por ejemplo, pero sí cometen la desvergüenza de ir por ahí llamándose mujeres maltratadas, también por ejemplo.
Lo único que yo siento por ese tipo de mujeres es desprecio; y no me dan ni pizca de lástima.
Ellas tuvieron, igual que yo la tuve, la posibilidad de elegir que no las maltratase nadie; pudieron aceptar la soledad, igual que yo, pero no quisieron y, bueno, ahí tienen el resultado.
A mí me parece que las personas, ninguna, estamos hechas para vivir en compañía; pero la mayoría se empecinan en convivir unas con otras y, luego, no se soportan.
Creo, sin embargo, que todas sí necesitamos, alguna vez, un brazo alrededor de los hombros y un beso en la frente.
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.