About the work
https://valentina-lujan.es/N/nuestrapeque.pdf
tan simple y tan pequeña y tan sencilla y tan, en definitiva, de andar por casa o, como mucho, por las escaleras o el barrio que, por entonces, estaba todavía sin asfaltar y sin semáforos ni más alumbrado público que unas cuantas muy desperdigadas farolas de gas, sino a historias infinitamente más complejas vividas por personajes oriundos de tierras muy remotas acostumbrados a conducirse ― la tía Ambrosia lo contaba ― de maneras tan insólitas que nos dejaban, decía, perplejos y anonadados.
Pero es que la tía Ambrosia contaba muchas cosas porque, como decía Gervasio el de la sastrería, “esta se las suele apañar pa no cortarse ni un pelo”.
Y era verdad.
Cierto como el sol que nos alumbra que, en cuantito Calpurnia se retrasaba un minuto, o el sopor de la tía Cándida era tan profundo que aunque la zarandeásemos no se espabilaba lo suficiente como para que no se le trabase la lengua con su “juego de palabras”, o alguno ― nuevo por lo general ― titubeaba o le daba vergüenza o se atascaba, allá que salía al quite con un desparpajo y una gracia que hacía las delicias de hasta los más desabridos la tía Ambrosia contando lo que se terciara si bien, por no faltar a la verdad, justo sería decir y sin duda lo dirá algún deslenguado... o bien nacido, o adalid de la nobleza o esbirro de la mendacidad, que, como quien mucho habla mucho yerra y Ambrosia aun dentro de su atolondramiento lo sabía, tan pronto le echaban el alto y “Magdalena, tú a lo tuyo y punto en boca” la devolvía ella, Ambrosia, ¡Ambrosia, por favor ― don Carmelo, que perdía la paciencia no sé de verdad qué hay que hacer con esta chica pasándose la mano por la calva rosada ―, que conviene fijarse! a sus lares y a sus pucheros, resignada, enjugándose la rija con una esquina del mantel de hilo, bordado, de Lagartera y de la bisabuela.
– ¿No te la podías — Basilia, muy tiesa en su papel y con su cofia Devonshire, sirviendo el kopi luwak — limpiar con otra cosa?
– Hija, si es que la script no sé dónde tiene la cabeza; que hasta ayer mismo era el camisón viejo que se echó para limpiar la plata, ¿no te acuerdas?
– Ya. Y el orinal que ves en mi cabeza la sopera capo di monte. Pero…
– ¿Órdenes de arriba?
– Eso he oído.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.