About the work
http://valentina-lujan.es/L/loquesibipa10.pdf
lo quería si bien, y cuando ya lo teníamos razonado tan sensatamente, Sonsoles se solía descolgar con que (1) sólo había sido una especie de experimento de Tere la de las puntillas a ver qué tal se nos daba eso de hacer comentarios sin los que «por supuesto, se podría vivir» pero le pareció que podía tener su gracia que se dijeran cosas, las que fuera, y que cada cual eligiese si se quería enterar de ellas o no.
Volvía entonces a haber divergencias porque, y pese a que Sonsoles quisiera animarnos con que en apenas dos días nos habríamos hecho con el método y «ya veréis cómo os encanta en cuanto le tengáis pillado el tranquillo», el tío Ramiro abogaba en contra aduciendo que ese tipo de digresiones iban a confundir a los ancianos y a los niños, que se andarían perdiendo todo el rato por vericuetos inextricables.
–Habrás sin embargo de reconocer, Ramiro —contraatacaba la tía Manoli, muy contenta de ver a Calpurnia...o, más exactamente, de ni verla ni oírla, mirando su reloj en ascuas, reconcomida, ahí, apartada del centro de la escena—, lo muy práctico que puede resultar en ocasiones el poder hacer según qué comentarios sotto voce , así, sin herir susceptibilidades y sin dar un cuarto al pregonero.
–Ya, pero fíjate en doña Graciela.
Y aunque Sonsoles gritó enfadada «¡ya está bien!» y que para muestra bastaba un botón maldita fuese —pálido maldita fuese reflejo del que pronunció... «¿Quién fue?, ¿Albertina, cuando el pobrecito Pascual estaba de cuerpo presente?»— lo dicho dicho estaba y ésta estaba siendo una de esas veces porque doña Graciela, que siempre parecía estar en otra parte, era, en la realidad de alguien, bastante observadora «o si no» —nos hizo notar otro alguien, y que nos acordáramos si queríamos— «¿qué pasó con los pies de Etelvina?».
Pero como nadie quisimos se hizo con el bolso de doña Aurora y papelitos con los nombres de todos para que le terminara tocando a Celia Mendoza que ya porque fuese una chica muy arisca ― y lo era, o prueba de ello es que no quería jugar con nadie ― o muy inapetente ― que también debía de serlo porque nunca tomaba bocadillo ― o tuviese ganas de fastidiar a la señorita Marcela se puso de pie y salió al encerado y allí, bajo el reloj, con idéntica habilidad para demorarse de la que ellas, todas, hacían gala a la hora de medir los tiempos, recordó con todo lujo de detalles y tan malísima idea que nos tuvimos que quedar no sólo sin recreo sino también sin poder ir al baño ni siquiera.
...
Uno, sí; ese unito en pequeño que figura en el cuarto renglón de la versión 10 a, junto a la palabra “problemática”.
Y eso que don Apolonio el notario era incondicional de Tere la de las puntillas y no se cansaba de alabarla diciendo “¡nunca habíamos, ni aun en los mejores tiempos de mayor esplendor, disfrutado de una Sonsoles tan magnífica!” y todas sus ocurrencias le parecían sencillamente geniales.
Por más que corrieran paralelas, prácticamente, al núcleo central del discurso de quien en tal o cual momento estuviese asumiendo el protagonismo o siendo el o la portavoz de éste o aquel colectivo.
–A la tía Manoli ― deslizó en un susurro Dori Ercilla al oído de la de Pomares ―le gustaban los conjuntos de perlé y los pareados.
–El tío Ramiro jamás se enfrentaba, diplomático él y en aras de que reinase la paz en el hogar, directamente a su esposa sino que se escudaba, astutamente ― Eleanora del Carpio que no tenía, ni de lejos, la capacidad de síntesis que adornaba a la Ercilla; al oído de Adosinda Agudo — tras el que daba él en considerar el más débil.
U Oriana o Benilde o Violeta.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.