About the work
http://valentina-lujan.es/trans/Laqueridadelpesca.pdf
de la que jamás se hablaba en la familia del clérigo, como si no existiera, avergonzados todos de cómo una “chica tan guapa y tan modosa” como había sido en la adolescencia y primera juventud hubiera, sin saber cómo, dado un giro tan escandaloso a su vida y convertídose no ya en la madame culta que podía recitar de cabo a rabo y de corrido a poetas como Dante o Ludovico Ariosto, que ello no habría sido ningún desdoro dado lo elegantes que solían ser aquel tipo de meublés y cuán distinguidos los caballeros que los frecuentaban sino la en extremo humillante historia del pescadero.
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Y eso era lo malo, lo que no podían perdonarle, lo que si era cierto — y no tenía por qué no serlo porque el chico, además de su defecto físico, tenía poquitas luces y era tirando a cortito —, que lo relatado por Albertito el del tuerto (en pie de página sí, y en letra por tanto muy pequeña, pero ahí estaba para quien quisiera echarle un vistazo) arruinaría todo el abolengo tan rancio que desde tiempo inmemorial venían acarreando “nosotros, los Fulanitez” (Seudónimo un tanto tópico que utilizamos aquí para no cargar más las tintas del desprestigio sobre unas personas tan respetables y tan dignas).
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.