About the work
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o eso era al menos lo que quería pensar; pero, a veces, si es que a lo mejor había dormido mal, se le olvidaba y no lo repetía o, sencillamente y porque sin motivo alguno que lo justificase se cansaba, bien y aún sin pensarlo para disgusto del director — que, ese no, ese no se cansaría jamás de recordarle “acuérdese, o tómese una valeriana; pero, por favor no se canse, que ahí tenemos al ministerio vigilante de que el programa se cumpla y de que cada cual ocupe el lugar que le corresponda tanto en el tiempo como en el espacio vital que le tocare vivir” — o, peor todavía y eso era lo que más la desasosegaba pese a ocurrir con una frecuencia a la que presentía no iba a lograr jamás acostumbrarse, para aflicción de las madres más impresionables, que vendrían en comitiva a reclamarle que la niña, o el niño, había aparecido aquella mañana perfectamente ubicado en el espacio vital que le correspondía, en la cama en la que la noche anterior ellas mismas los habían dejado, bien arropados si era invierno y tras haberles dado un beso en la frente aunque fuese verano, pero en un tiempo que para nada resultaba acorde con su edad, ni con su estatura, y hablando un idioma extraño del que — referiría la consternada madre —, además de ni su padre ni yo entenderlo, las palabras se desvanecían apenas pronunciada y quedaban exangües, como sin vida, y que por que pasaban esas cosas a unas criaturas que habían acudido puntualmente, cada día, perfectamente lavados y peinados y uniformados a un colegio de pago en el que no habíamos — le dirían —, mi marido y yo, ni por un momento imaginado que las lenguas que iban a aprender no serían vivas.
Y esto sí que la desasosegaba porque cómo explicar a una madre atribulada y confusa que…
– Atribulada y confusa, no — el director —; no atribulada y confusa, Davinia; consternada, únicamente, Davinia, consternada y con eso, ¿no le parece?, ya tenemos bastante para ir tirando.
– No, si parecerme por supuesto que sí, don Zacarías; pero, cómo explicar…
– Davinia, por favor… ¿no se le ha ocurrido pensar alguna vez que puede ser sumamente sencillo?
– Pues, si quiere que le sea sincera, a una madre atribulada…Perdón, consternada; no atribulada, no confusa, sólo consternada que, a ver, si con suerte, me lo consigo meter en la cabeza antes de que…y fíjese ya la hora que es, me llegue la siguiente.
– La hora que es, la hora que es, Davinia, que siempre estamos con lo mismo cuando… y usted lo sabe perfectamente pero parece querer obstinarse en que tengamos problemas con el ministerio y…
– Problemas con el ministerio; problemas con el ministerio cuando…cuándo, y no me casaré de repetírselo, será eso.
–Ni yo me cansaré de repetirle, Davinia, que cuando el ministerio tenga medianamente claros, y bien ubicados, los espacios vitales en los que a cada uno de nuestros niños, y de nuestras niñas, y de sus correspondiente padres y madres les correspondan.
– Sí, don Zacarías, eso lo entiendo muy bien; pero mi problema es el tiempo…
– ¿Qué tiempo, Davinia? ¿De qué tiempo, Davinia, estamos hablando ni habríamos de preocuparnos en tanto el ministerio no los tenga a todos ellos bien ubicados también y, a nosotros, pobres mortales, debidamente informados?
Y, ella, Davinia, lejos aún sin saber cuánto y menos todavía así las cosas de contestar, se quedaba pensativa preguntándose si no estaría equivocada y nunca, jamás, habría querido repetírselo, a él, el director; nunca jamás repetirle que el tiempo de que ella hablaba debía de estar ubicado en otro lugar; un lugar para el que el ministerio tardaría eternidades en encontrar el espacio vital en que los tiempos, el de aquí y el de allá…
Pero, ah, se acababa de acordar; que era eso, eso exactamente en lo que quería, o eso había al menos creído siempre, repetirse por cansada que estuviese no pensar.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.