About the work
https://valentina-lujan.es/trans/todosabiam.pdf
y, por eso, nadie quería; nadie quería suponer sin antes tener absoluta seguridad de que, aun suponiendo que lo que se supusiera tuviese un índice de probabilidad altísimo de rondar prácticamente la certeza, el margen de error, por pequeño que fuese, no estuviera tirando por tierra quién podría saber qué expectativas, qué ilusiones, qué esperanzas, que ambiciones del esforzado héroe que, intrépido, a pecho descubierto, se lanzase al proceloso océano de la incertidumbre del que — y eso no debía ignorarlo — podría no ser capaz en absoluto de salir airoso o de, más doloroso si cabe y en el caso que estaba por ver pero que, sometido a una vigilancia con que por el por si acaso y que no nos pillara distraídos o mirando a otra parte le había salido a Genoveva más bien corta pero sí muy ancha de que sí lo fuera, saber llevar con elegancia la corona que, con hojas de cardo y alcornoque, le estaba — por no desperdiciar las de laurel como era para ensayar porque la chica estaba de prácticas y bastante verde aunque parece ser que prometer prometía —enseñando a hacer a una aprendiza nueva que, comprensiva, entendió muy bien y a la primera la explicación que le dio de que es que, a las puertas de invierno que estamos y tantos como somos, conviene reservarlo para los guisos y estofados que con el frío resultan tan reconfortantes.
Y es que verdaderamente empezábamos a ser ya muchos porque Genoveva, emocionada con el tema de las etnias que había empezado a trabajar hacia poco porque, dijo, todos del mismo color encuentro que queda como que muy soso, y que, además de porque en la variedad está el gusto, convenía diversificar las inversiones realizadas en tantas materias — primas, si, pero muy diferentes las unas de las otras — como había tenido que ir a buscar por un mundo tan grande y paso a paso, con sus propios pies porque, nos contó, la rueda la tenía más o menos pensada pero para un coche, dijo, aunque sea pequeño, de esos que algún día se llamarán utilitarios, voy a necesitar por lo menos cuatro; a lo que un impaciente, de esos que ha habido desde siempre y en todas partes no importa de qué color ni cuáles sean su complexión ni su estatura — porque algunos le salieron muy grandes y negros y otros más pequeños y tirando a paliduchos, como de a medio hacer porque no les hubiera cogido bien el punto —, pregunto ¿y el avión, entonces, Genoveva, para cuándo?
– Tú de momento cállate y espera a que podamos entendernos, que el tema de los idiomas tengo todavía que estudiarlo.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.