About the work
http://valentina-lujan.es/trans/Avercuando.pdf
Porque la tía Nines era gordita… por decirlo suave, o por lo menos con la suavidad que lo decía el abuelo Apolonio, que la adoraba.
Pero se la adorase o no ― que como es natural tenía también sus detractores ― en lo que inexcusablemente había que estar de acuerdo era en que, pasara lo que pasase y bajo ningún concepto por muy amplio que este pudiera formarse aún en las mentes más preclaras de los concursantes que, competitivos y deseosos todos de salir triunfadores, pugnarían por el lugar más alto del podio adornándola de toda suerte de virtudes y defectos, nunca se daría pábulo, ni pie ni ocasión ni motivo ni fundamento ni base ni peana a ningún santo ni a ninguna seña fuera de identidad o dentro de los límites de la estación tanto del tren como de la estival en que él, el abuelo, con la cabeza tan perdida, se encontraba a sus anchas encerrado en unos recuerdos que, por más que su médico de cabecera y amigo de la infancia se esforzase cuando por las tardes se reunían en la biblioteca a jugar al ajedrez en insistirle en Apolonio, no son tuyos, él, el abuelo, respondía con perfecto aplomo ¿y de quien, si están dentro de mi cabeza, pueden ser si no de mi nuda y absoluta propiedad?
– No sé, Apolonio — le respondía el amigo —; pero le preguntaré al hijo de un sobrino de mi nieta, que es abogado.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.