About the work
http://valentina-lujan.es/U/peromesentid.pdf
Pero me he sentido en la obligación de mencionárselas para evitar que usted, sorprendido ante el hecho de que una mujer sencilla como yo haya tenido cabeza para organizar semejante enredo, me atribuya unos méritos que, me haría una cierta gracia ― a qué negarlo ― pero, y debo reconocerlo, no me corresponden.
“Debo reconocerlo” no sé si a lo mejor por una cuestión de honestidad, que no me he planteado si es que quiero ser sincera ― y que tampoco tengo toda la seguridad del mundo de querer serlo, puestos a decir verdades ―, o por eludir la responsabilidad que conlleva el ser dueño de los propios actos y de las propias obras.
Me inclino más por la opción de “eludir la responsabilidad” no queriendo significar que desee lavarme las manos o esconder la cabeza debajo del ala sino que, me guste o no me guste, es en la que encuentro más posibilidades de resultar creíble pese a que, y debiera tal vez dolerme el admitirlo, estaría encantada de que mis manos estuvieran limpias y mi cabeza perfectamente resguardada aun con independencia de que el querer o no significar tal o cual cosa estuviese siendo o no mi voluntad auténtica…
Pero usted, ya se lo he dicho, no me estará haciendo caso; y yo necesitaría tener la sensación ― y fíjese que le estoy diciendo nada más “la sensación” cuando, y todo el mundo lo sabe, las sensaciones suelen ser engañosas y “pues parece que ando yo hoy destempladilla”, en pleno agosto, a lo mejor, o “noto como si tuviera una piedra en el estómago” cuando, encima, estuvo una a punto de quedarse sin cenar; pero dejemos eso porque de los canelones no quiero nunca más volver a hablar ― aunque ni yo me la creyera de que me está atendiendo, de que no está siendo como echar agua en un cesto el sincerarme y confiarle que creo, me parece, tengo la impresión, de que propendo más a eludir la responsabilidad que a ser honesta.
No es tampoco que quiera yo decir que soy deshonesta, y suponiendo que lo fuera ― que lo mismo hasta lo soy ― lo más probable es que ni me percatase de ello ni, por tanto, me plantease tan siquiera el tener que confesarlo; así que, y puede fíjese que haga usted bien en no prestarme atención, el problema no es ese, y si no lo es sería del todo imperdonable que yo le insistiera, y lo mareara, y le diera la tabarra para que dijese bueno, vale, me pongo y ya está, no pasa nada y se pusiera a buscar una solución y, cuando la tuviese, yo le diese las gracias sí, porque se las daría, pero usted notaría una cierta frialdad, una sonrisa bobalicona en mi cara de tonta perdida porque, aunque se la agradeciera y de verdad, no me estaría sirviendo para nada porque me terminaría justo en ese momento de dar cuenta de que el problema es otro, y que la solución aún bonísima no encaja, y a usted no se le podría pasar un detalle tan evidente por alto porque, aun cabiendo la posibilidad de que usted sea una persona despistada, o distraída, me lo notaría en seguida porque yo no he sabido mentir nunca y disimulo fatal.
Pero he querido dejar las cosas claras, de todos modos.
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.