About the work
https://valentina-lujan.es/N/novestidodeh.pdf
como acostumbraba a la hora de sentarnos a la mesa, sino con la bata blanca que solía llevar a diario porque, aquel día, y con motivo de que le habíamos regalado una cucaracha nueva, había estado toda la tarde encerrado en el laboratorio embebecido en sus estudios de manera que se le había echado el tiempo encima de tal modo que no es ya que irrumpiese en el comedor corriendo y tarde — que ni al tercer toque de campana se presentó e, incluso, a punto estuvo de agotar los siete minutos de cortesía que el abuelo, cronometro en mano y los impertinentes puestos, iba recitando segundo a segundo hasta que, cuando ya iba por seis minutos y cincuenta y siete segundos, tropezó él, papá, con el busto de Constantino el Grande que flanqueaba la entrada que, como era muy pequeño — no más de unos treinta centímetros de alto — y la peana muy inestable, el pobrecillo se hizo añicos y, la abuela lo dijo, “es que yo siempre lo dije, que tenía que haber sido por lo menos de bronce”, pero que en aquella casa a ella nadie le hacía caso y así pasaban las cosas como pasaban y, por delante de la ventana, los carromatos de los feriantes haciendo muchísimo ruido y cantando y, ella, la abuela, que también decía que lo tenía dicho de siempre pero que nadie la escuchaba, lamentándose de que, seguro, aquellos titiriteros, tan piadosa ella, no eran buenos cristianos y que, por favor, hiciese alguien el favor de, ya que no desmontar la casa y volver a montarla piedra por piedra en otro lugar más apartado, echar por lo menos las cortinas y, en su copa, también por favor, un dedito, o dos, todo lo más, de vino aunque, si andaba a mano la botella de champán, lo prefería.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.