About the work
https://valentina-lujan.es/P/portadacooordecop.pdf
Qué otra cosa podía hacer aparte de volverme loca discurriendo no recuerdo ya si por qué Valentina había echado a perder un título tan bonito añadiendo aquel “o así nos encontrará” que lo arruinaba completamente o con qué quitarme el hambre porque ― y mira que me da cien patadas volver a mencionar los canelones ― no había forma de poder calentarlos ni aunque se hubiese tratado de lasaña.
Creo sí recordar que lo de los canelones ― “lasaña”, maldita sea, o a ver si es que un estúpido recuerdo va a poder más que una ― lo solucioné marchándome a cenar al Wok de María de Molina y que fue mientras me tomaba un sake para festejar que algo que había empezado tan mal en un oscuro cuchitril interior como mi día había terminado tan felizmente en un apartamento con cuatro ventanas que eran una auténtica hermosura como mi noche cuando, de repente y sin nada que lo justificara, sentí un desasosiego tan enorme que no me quedó más escapatoria que caer en la cuenta, y por mucho que me desagradase el aceptar que una vez constatado que el discurrir con que quitarme el hambre no podía ser en modo alguno ― recuérdese que había tomado dos platos y postre antes del sake ― un argumento ni medio válido para enloquecer , de que la única explicación de que podía echar mano si quería zanjar el tema y marcharme a dormir de una vez tan cansada de todo el día trajinando tenía que ser por fuerza la del maldito título que no lograba digerir preguntándome, obsesivamente y sin poder evitarlo, qué otra cosa podía hacer.
Pero esta vez no quise a pesar de lo agotadísima que estaba y del sueño que para colmo me estaba dando el sake volver a esconder la cabeza debajo del ala amparándome en ardides tan socorridos pero tan de todo punto vanos como “oye, bueno, mira, déjala y allá ella” que lo sabía muy bien no iban ni mucho menos a satisfacerme y opté por, cuando el camarero vino a preguntarme si quería tomar algo más, decirle que no y que me trajese la cuenta por favor y, mientras esperaba las vueltas, resolverme a telefonear desde el móvil al hombre de los portes aunque el hacerlo implicase el tener que enfrentar la engorrosa tarea de dirimir un tema no diré más delicado y a semejantes horas con un pobre hombre que tendría que madrugar seguro y venga para aquí y para allá que voy y que vengo para arriba y para abajo por la carretera como lo es en términos objetivos el valor de las cosas pero si tanto, por lo menos, como lo es el no menos arduo de la subjetividad pero ― y sé que me lo volví a preguntar mientras le quitaba la platilla a un bombón detalle de la casa que me había obsequiado en un platito el camarero pensando “no sé si debo” ―, y considerando además de que tenía todo el derecho del mundo porque había sido un día muy duro el hecho si se quiere del todo insignificante pero con su puntito de morbo de que era de licor, terminé por encogerme de hombros preguntándome una vez más ― ¿qué otra cosa podía hacer? ― ¿qué otra cosa podía hacer?
Comments
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.