About the work
http://valentina-lujan.es/E/esoeraimpensable.pdf
pero no porque mi tía fuera ni muchísimo menos el prototipo de mujer inconfundible sino porque mi tío, su marido, un individuo corpulento y con unos bigotes imponentes cuyo aspecto desmentía con creces la condición de desdichado cónyuge apocadillo y sin arrestos (además de con escasos posibles) que su destino cruel le había asignado y que no debe olvidarse era un bendito y la adoraba era, sin embargo, un tipo tan enormemente distraído y hasta tan extremos tan insospechados que, y aun pese a quererla como a las niñas de sus ojos, se pasaba la vida equivocándose de esposa cuando la acompañaba al supermercado y era, al mostrarle a la primera que se le ponía por delante la botella de aceite, o de lejía, o el rollo de papel higiénico que llevaba en la mano y ella le respondía no, cariño, mejor el de marca blanca sin levantar la vista comparando latas de atún o paquetes de garbanzos, cuando se daba cuenta de que el cariño debía de ir dirigido al marido de otra esposa que no era, por cierto (y sin entrar en pormenores tan abstrusos — recomendó mi amigo — como por desgracia o por fortuna), la suya.
– ¿Y por qué no aventurarse — propuse yo — a hincar el diente al tema de la desgracia y la fortuna?
– Pues porque si se nos va la mano — me respondió — y nos sale por desgracia va a quedar empalagoso o cursi, y si nos sale por fortuna va a resultar patético.
Pero que los guardase, a todos, esposas y maridos, para que si en otro momento se nos quedaba la mente en blanco o las musas nos abandonaban, ahí estarían, ellos, con sus lejías y sus aceites y atunes y garbanzos y hasta con sus papeles higiénicos, sin importar si marca blanca o cuál; y que, seguro, antes o después alguna ubicación o aplicación les daríamos.
– ya lo verás — auguró muy convencido.
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.