About the work
http://valentina-lujan.es/doc/si%20es%20al.pdf
Si es al interior de una pecera y si no me he perdido en ningún cruce de caminos ni tomado alguna ruta equivocada tendré que admitir con toda la humildad que no lo sé aunque, y si tengo que decir la verdad (y que no estoy yo muy segura de tener por qué hacerlo porque cuánto me pregunto yo sola muchas veces mientras me pinto los labios frente al espejo del cuarto de baño — y que me digo, porque me lo digo, no hables que te tuerces y te quedan feísimos — le importarán a nadie las verdades de una pobre mujer ama de casa, pero bueno la diré para no incurrir en pecado de desobediencia), tampoco es que esté yo muy segura de que hubiese llegado a un lugar más razonable incluso sin perderme.
Pero no me importa demasiado y no me pienso deprimir por ignorarlo ahora que… porque a veces tiene una algún que otro golpe de suerte, a mi suegra le ha bajado la tensión y puedo cocinar macarrones y cocidos y esas cosas que se hacen en un periquete así que, las judías verdes… Y las cortinas del salón, lavadas y planchadas y puestas ya que las tengo, y la alfombra del cuarto de estar también, ahí, tan calentito con su mesa camilla y su brasero; pues tan contenta que estoy de disponer de tiempo para mí para ir de tiendas y, por las tardes, mientras los niños están en esgrima, natación, equitación y pádel, y mi esposo haciendo un cursillo de no sé qué cosa paisajística, pues a sentarme hecha una señora frente al ordenador y “aplicarte sin más problemas a tu página”, me dije, con esta costumbre tan tonta que dice mi suegra que tengo de hablarme sola…
“¿Y qué pasa por eso?”, le contesté el otro día.
Porque qué daño hago yo a nadie. Yo me hablo. Yo me contesto. Y como me quiero mucho y no quiero que me salgan arrugas de mal genio ya pongo yo buen cuidado de no darme ninguna mala contestación…
Así que “sin más problemas a tu página”, me dije; pero…
Mi suegra dice que sin los oleos se van algunos, pero que sin su zarandeo no se va ninguno; y que yo tendré que sufrir en la vida todo lo que Dios me tenga asignado por mucho cuidado que ponga y por mucho que, cuando me llama por las mañanas contándome qué le duele y preguntando qué voy a poner de comida, no le coja el teléfono pretextando que es que estaba en la ducha.
Debe de ser por eso (lo del zarandeo, no por la ducha) que me siento, me pongo, lo conecto, se calienta, me salen una ristra de cuadraditos y letreros del Messenger y de no sé cuántas tontadas más y, cuando por fin voy con el ratón y pulso y tal y llego, tan ilusionada, a donde lo había dejado todo cuando lo de la hebra de las judías y que era aquí, me encuentro con que tengo que llevarme un berrinche porque alguien me ha pisado la idea que yo tenía de ponerle a mi página el título tan bonito de ese libro…
Pero ahora no tengo tiempo de contar el disgusto tan grande porque, con tanto tiempo que he perdido yendo y viniendo y tratando de entender qué ha pasado, el niño ha vuelto de la equitación y la niña del canto y tengo que vigilar que hagan los deberes en vez de meterse en las redes sociales a tontear y dejar todo internet lleno de rastros… Todo el rato correteando del cuarto del uno al de la otra, cada uno con su ordenador que, como yo les dig…
– ¡¡¡Que ya voy!!!
Mira, al remate me he torcido.
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.