About the work
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Versaciones de un chupaplumas
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Escribí, escribí página
24 con trazo enérgico y en
letra grande y clara,
mordiéndome los labios de
rabia, o de vergüenza, por
estar rebajándome a ser un
tramposo, un tramposo y un
farsante que te estaba
remitiendo a una página 24 de algo que, en
realidad ― porque quiero ser del todo sincero
contigo, María Eulalia ―, no había escrito yo,
pero decidido, también ―y también en esto
quiero ser muy sincero contigo ―, a prometerte
que iba a escribir, ahora sí yo mismo y de verdad, la 25, y la 26, y todas las
que hiciesen falta para demostrarte que además de un tramposo y un
farsante puedo (o podía) ser un magnífico escritor, un magnífico escritor
que te sorprendería y del que llegarías a sentirte muy, pero que muy
orgullosa.
Pero tú lo tiraste todo por la borda, María Eulalia; lo tiraste todo por
la borda y arruinaste mi brillante futuro de escritor porque, cuando me
presenté ilusionado ante ti ― aquella tarde que fui a esperarte a la salida de
la peluquería con un paquete de quinientos folios recién comprado bajo el
brazo; quinientos folios, María Eulalia, que no tienes tú ni idea de cuánto se
puede escribir en quinientos folios nuevecitos y, con tantos planes,
tantísimos proyectos como llevaba yo aquella tarde en mi cabeza cuando
fui a esperarte― con la promesa perfectamente estructurada y lista para
hacértela de manera que, estaba seguro, pudiera maravillarte, saliste tú,
saliste pero no con tus sandalias de tacón y tu bolso colgado del hombro
sino ataviada con tu ropa de trabajo, y tus guantes de látex, explicando que
se te había complicado el trabajo y que tendrías que quedarte hasta tarde
porque tenías que arreglar un tinte a una clienta porque, el color que
acababas de ponerle y ella había solicitado color fuego, resultó quedar
color remolacha y, ella, la clienta, se había quedado helada porque no podía
(me dijiste que te dijo muy enfadada), siendo como había de ser al día
siguiente la madrina en la boda de su hijo, presentarse con una remolacha
que no conjuntaba, en absoluto, ni con su bolso ni con sus zapatos.
Yo traté de hacerte comprender que eso no era posible; pero, tú, nerviosa y
muy alterada, me dijiste que vaya si lo era, y que no tenía yo ni idea de
cuánto ni en qué términos ni en qué tono puede largar por su boca una
señora que, sí, podía a lo mejor ser una persona del todo encantadora y tú
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Versaciones de un chupaplumas
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no lo dudabas, pero, imbuida ya quizás de su futura e inminente condición
de suegra, quién sabía cómo ni cuánto de fiera corrupia pudiera ponerse; y
que tú no tenías ganas de broncas.
Y te metiste sin más contemplaciones para dentro.
Y me dejaste allí, con los folios bajo el brazo y mi promesa, tan
estupendamente estructurada, y con mis planes y mis proyectos arruinados
por algo tan del todo incomprensible como que, en pleno verano ― porque
era verano, María Eulalia, acuérdate ―, una clienta se te quedase helada.
Así que, desanimado y entristecido, emprendí el camino a casa
pensando que, lejos, muy lejos de seguir cuando llegase con la página 24
que te quise prometer cuando tú no quisiste escucharme, tendría que seguir
con lo de Indalecio y la cortina y, según me habría Lola seguro dejado
pegado en un post-it en la nevera, la cuarta estrofa del canto quince del
Orlando furioso.
Que, espero que lo entiendas María Eulalia, no podría de ninguna de
las maneras ser lo mismo.
Con todo mi amor: tu Felipe
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.