About the work
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sin, a mi juicio, ninguna necesidad habida cuenta de que
el meollo de la cuestión que me llevó aquella tarde a
aquella casa estaba a años luz de tener nada, absolutamente nada que ver con la mudez de ningún anciano venerable cuya única misión en mi mundo consistía en enseñarme a hacer barcos, o aviones, o pajaritas de papel.
Pero lo era.
Lo era y yo no iba a poder, ya en mi despacho
del ministerio a la mañana siguiente y por más que buscara entre las explicaciones, dar con la satisfactoria que me eximiera de toda la responsabilidad de que deseaba, con ardor, verme liberado.
Intente sí sobre la marcha — y con mi mente y
mi voluntad dividida entre un segundo ensayo del cielo y
el infierno que quería enderezar a toda costa y el deseo
de sentirme inocente — convencerme de que no había habido, en ningún caso y por mi parte, negligencia ni
imprevisión ni arrebato; y decirme a mí mismo que
semejante peculiaridad del señor Ramírez podía muy bien
estar obedeciendo a uno de esos llamados por las gentes
piadosas “designios del Altísimo” …
– O a algún error de la naturaleza ― le explico ―
que lo creó ya en el vientre mismo de su madre con la
malformación que lo incapacitase para el habla ¿Comprendes?
–Pero tú sabías, en el fondo de tu corazón ―
replica, en tono que se me antoja cruel, duro, despiadado
― que aquella característica que hacía al señor Ramírez
tan distinto del común de los mortales era obra sola y
exclusivamente tuya; y que por más que hurgaras y
revolvieses entre las explicaciones posibles no
encontrarías ninguna que te dejase contento y con la
conciencia tranquila.
–¡Hay que fastidiarse! — Me duelo, aunque nada
más sobre el papel porque, allí, sobre la marcha, sé que
fui bastante más espontaneo y que lo que dije fue joderse
— ¡Para darme esos ánimos no valía la pena que
accedieses a ayudarme!
– Accedí ― no trates de confundirme ni liarme,
protesta ― a cancelar una cita muy importante; pero
ayudarte ya te advertí que no podría.
– ¿Cómo no vas a poder? Lo has hecho cientos
de veces.
– ¿Ayudarte?
– No; ayudarme, no…
– ¡Así que ahora va a resultar que en tantos
años de amistad no he hecho nunca, jamás, nada por ti!
– Tampoco he dicho eso. No seas cínico.
– ¿Cínico yo? – Y me mira con los ojos muy
abiertos, muy brillantes.
– Si: tú. Un cínico que tergiversa mis palabras, y
las manipula, y las…
– Ah – su mirada, radiante por un momento, se
ensombrece –: uno de esos cínicos…
– Uno de esos, sí; ¿a qué viene si no ese tu
hacerte el tonto; ese no querer darme una pauta, una
pista de su porqué?
– Bueno – se encoge de hombros, resignado –,
creo que se trata de una actitud, una forma de entender y
de encarar la vida…
– ¿Ves como sí que puedes? – le interrumpo ― ¿Te das cuenta de cómo sí puedes ayudarme si quieres?
– ¡Pero si mis nociones de filosofía son muy vagas!
– Puede ― admito ―, pero aun así los has sabido
encarar. Yo, en cambio…
– ¿Encararlos?
– Afrontarlos, seguirles la pista…
– Soy bastante menos intelectual de lo que tú
imaginas; apenas tengo una remota idea de que tienen
algo que ver, y de manera creo un tanto indirecta, con
Sócrates.
– ¿Con Sócrates?
– Con uno de sus discípulos. Un tal Antístenes,
me parece; pero no vayas a hacerme mucho caso.
– Pues me dejas de una pieza.
– Pero así son las cosas ― alza los hombros y
vuelve a dejarlos caer, con gesto de abatimiento ― ¿Qué
te creías?
– No; nada en concreto. Pero supuse que… tal
vez como miraban la televisión; y aquel repartidor de
pizzas… ¿Te acuerdas?
– ¿Televisión y pizzas en el siglo cuarto antes
de Cristo?
–¡Pues por eso! Parecían tan de ahora mismo,
con su bufanda, aquella señora; y la otra, la del abanico. Y
aquel individuo, Anselmo, con su móvil…
– Oye… ¿Estamos ― a ver si es que estoy yo, dice, que hoy no me centro o algo ― hablando, los dos, de los...
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Code: | 2405057878547 |
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Date: | May 5 2024 10:36 UTC |
Author: | Felipe Ledesma |
License: | All rights reserved |
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.