About the work
https://valentina-lujan.es/T/tianinesvers.pdf
«a ver cuando me hace usté unas poquitas»
Porque la tía Nines era gordita… por decirlo suave, o por lo menos con la suavidad que lo decía el abuelo Apolonio, que la adoraba.
Pero se la adorase o no ― que como es natural tenía también sus detractores ― en lo que había que estar de acuerdo era en que siempre fue una verdadera monería de gorda con su cinturita, muy bien marcada, y sus tobillos finos y su busto tan firme; y su boca tan roja y aquellos ojos suyos y… aunque para qué describirla si, entre las fotografías encontradas en una caja de alfajores La Estepeña que permaneció durante años olvidada ― hasta que nos cambiamos de casa y en la mudanza se vaciaron todos ― en uno de los cajones del escritorio, apareció ésta de la única vez en toda su vida que salió de casa para, por cierto y qué comparaciones tan tontas pueden hacerse a veces, poner sus piececitos desnudos en una playa.
Pero no se ahogó; o no porque no supiese nadar – que en verdad no sabía – sino porque pese a todos los dimes y diretes (que es como Alicia Lastra nunca llamó a los “chismorreos” pero ciertas pretensiones literarias trascribieron así) Nines no cometió, hasta el fin de sus días, ninguna insensatez irreversible…
(Continuará)
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About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.